Algunas verdades incomodas sobre Al Gore

   

Tras la concesión del Premio Nobel de la Paz

 

Nazanin Amirian

Kaos en la Red

 

El ex vicepresidente de EEUU, Al Gore ha sido uno de los ganadores del Premio Nobel de la Paz 2007, «por sus esfuerzos por construir y divulgar un mayor conocimiento sobre el cambio climático». Al Comité Nobel le habrá pasado dos males para cometer tal decisión. El no encontrar en su lista de candidatos a ningún verdadero defensor de la paz, y desconocer el currículo del ex vicepresindente. Pues, Al Gore no es ni hombre de Paz ni un aspirante a salvar la tierra con su visión ecologista.

En cuanto pacifista, solo hay que recordar que la administración Clinton-Gore bombardeó Yugoslavia, Albania, Sudán, Afganistán, Irak, Haití, Zaire, y Liberia, utilizó toda clase de municiones destructivas incluidos proyectiles que contenían uranio empobrecido, causando la muerte de decenas de miles de civiles y de paso provoco irreparables daños ambientales cuyos efectos perduraran cientos de años en sus tierras, aires, y aguas.

El honorable Comité debería saber , por otro lado, que el actual héroe del ecologismo cuando entre 1993 y 2000 era vicepresidente del país más contaminador del mundo, a la vez que se había hecho cargo de todos los asuntos ambientales, domésticos e internacionales de su país, se negó a firmar el Protocolo de Kyoto, acuerdo internacional para reducir las emisiones de gases que causan el calentamiento del planeta.

En su documental, oculta la verdad cuando afirma que ‘Somos todos responsables’. No dice que en realidad el 20 por ciento de la humanidad, principalmente las multinacionales, comete el 80 por ciento de las agresiones contra el medio ambiente, o que el consumo de energía de un ciudadano medio del Primero Mundo es 70 veces más que uno en los países en desarrollo. ¡En la propia casa de Al Gore se consume 20 veces más energía que en la de una familia media norteamericana!.

Otro de las perlas de la batalla del ex vicepresidente es su defensa de los agrocombustibles, o cultivos energéticos como medida para reducir la contaminación de la atmósfera. Que el maíz y la soya sustituyan a los cultivos de patatas y arroz alimentos básicos de cientos de millones de pobres del planeta, y pro consiguiente poniendo fin a la seguridad alimentaria.

La actual campaña por producción de los monocultivos de materia prima para biocombustible ya está causando desertificación de grandes superficies, destruyendo bosques, pastizales y tierra de cultivos tradicionales en Latinoamérica (Argentina, en Brasil y Bolivia), Asia y África para alimentar a los «eco» coches. Una deforestación que aumentará las emisiones de gases de invernadero por el drenaje de suelos y la agricultura intensiva, y justamente acelerará el calentamiento global.

Detrás de todo se esconden los intereses de las multinacionales del agronegocio de biocombustibles.

http://kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=42914

¿Que pasará si se acaba el petróleo?

George Monbiot

http://www.globalizate.org

Traducción: Félix Nieto para Globalízate

El transporte motorizado es una forma de viaje en el tiempo. Extraemos el tiempo comprimido de otras épocas- la lluvia infinitesimal del plancton sobre el suelo oceánico, el asentamiento de árboles en pantanos sin oxígeno- y lo utilizamos todo para ir más rápido. Cada tanque de combustible contiene miles de años de acumulación. Nuestro futuro depende de la esperanza de que no se agote el pasado.

El libro blanco, publicado por el gobierno la semana pasada habla de nuevos impuestos, nuevos mercados, nuevas investigaciones, nuevos incentivos. Cualquiera que lea el capítulo del transporte puede ser perdonado por creer que el gobierno tiene el problema bajo control: como resultado de sus medidas, es muy probable que veamos una gran reducción en nuestro uso del tiempo geológico.

Pero enterrado en otro capítulo, y hasta ahora ignorado por todos los periodistas, hay una admisión remarcable: «La mayor parte (66%) de la demanda de petróleo del Reino Unido es para cubrir la demanda de combustibles para el transporte que además se espera que siga aumentando en un plazo medio.» (1) ¿Aumentar? ¿Si el gobierno implementa todas las excitantes medidas que contiene el capítulo del transporte, cómo demonios puede aumentar nuestro uso de combustible?

No encontrarás la respuesta en el libro blanco. Misteriosamente olvida mencionar que el gobierno planea construir otros 4000 Km. de carreteras y doblar la capacidad de nuestros aeropuertos en 2030.

En parte para permitir el crecimiento del transporte, otro libro blanco también publicado la semana pasada, propone una desregulación masiva en las leyes de planificación (2). En ninguno de los dos libros se discute la implicación de estos programas para el uso de la energía o para el cambio climático. Básicamente hay dos gobiernos distintos en el Reino Unido: uno determinado a reducir nuestro uso de combustibles fósiles y el otro determinado a aumentarlo.

Lo que ocurra más allá del medio plazo, son simples conjeturas. (3) Pero debería ser bastante obvio que más carreteras y más aeropuertos significara que nuestro aumento en el combustible para el transporte estará más vinculado: la salud futura de la economía dependerá de ellos. Por lo que el gobierno debería haber examinado este asunto. Si nuestra vida económica depende en un crecimiento continuo del consumo de combustibles para el transporte, en primer lugar el gobierno debería haber determinado si ese crecimiento es posible. ¿No es así?

La semana pasada telefoneé a cuatro ministerios (comercio e industria, transporte, medio ambiente y al gobierno local) con la esperanza de encontrar dicho estudio. No existe. El gobierno Británico no ha encargado ningún informe referido a si hay suficiente petróleo para sustentar su programa de transporte.

En lugar de ello, el libro blanco y los funcionarios con los que hablé me citaron un libro publicado por la Agencia Internacional de la Energía (4). Esto en sí mismo suena extraño. En cualquier otro asunto que concierne a la seguridad o al crecimiento económico el gobierno Británico realiza sus propios estudios. Pero en este caso se basa en una sola fuente externa. Esta dependencia es aún más extraña cuando leemos el libro del IEA (Agencia Internacional de la Energía) y descubrimos que es tan polémico como mis artículos.

Antes de mostrar las pruebas, el libro ataca a la gente que ha cuestionado las previsiones futuras de petróleo como «catastrofistas» (5). Anuncia que «ha mantenido por mucho tiempo que ninguna de las posibilidades de que las reservas de petróleo puedan alcanzar el pico, sean un motivo de preocupación». Aunque espera que la demanda global de petróleo aumente un 70% hasta el 2030 y aunque admita que la extracción de petróleo decaerá en un 5% anualmente, (6) confía en que las nuevas extracciones compensaran la diferencia.

Basa esta afirmación en el descubrimiento de que «el nivel de las reservas existentes de petróleo han sido constantes históricamente, a pesar de los volúmenes extraídos cada año» (7) Como el IEA debe saber, esto es debido parcialmente a que los niveles en las reservas han sido falseados por la OPEP (organización de países exportadores de petróleo). La cantidad asignada a cada miembro de la OPEP refleja la cantidad de sus reservas. Todos sus miembros tienen un poderoso interés en exagerar sus reservas para así aumentar sus cuotas. El IEA admite en otro informe que Arabia Saudita ha informado de un nivel constante en sus reservas ( 260 billones de barriles) por los últimos 15 años, a pesar de que ha producido mas de 100 billones de barriles en el mismo periodo.(8). ¿De dónde han sacado ese petróleo mágico?

Pero es en los embusteros de la OPEP en los que la Agencia confía con optimismo. El aumento en la demanda global será atendido, dicen, por un aumento del 150% en la producción en el Oriente Medio para el 2030. (9)¿Que pasará si esto no ocurre? Es una pregunta que la IEA hace pero que rápidamente la retira. «A causa de las incertidumbres sobre las cantidades de las fuentes y de las reservas, es difícil predecir el momento del pico del petróleo, cuando se espera que la producción comience a reducirse. Las estimaciones van desde hoy hasta el 2050 o más lejos» (10). ¿No es eso un seguro?

Debo enfatizar que el pico del petróleo no es como el cambio climático: no hay consenso entre los científicos sobre cuando va a ocurrir. No puedo decir con seguridad que el estudio del IEA está equivocado. Pero un informe publicado en Febrero por el departamento de energía de los EEUU muestra la peligrosidad de basarse en una sola fuente. «Casi todas las predicciones están basadas en asunciones geológicas diferentes a menudo dramáticamente… A causa de las enormes incertidumbres, es difícil definir una base geológica dominante para aceptar o rechazar cualquiera de las predicciones». (11)

El informe, más adelante publica una larga lista de estimaciones hechas por cargos importantes cercanos y dentro de la industria del petróleo de una fecha probable sobre el pico del petróleo. Tienen una variación bastante grande pero muchos coinciden en que se producirá entre el año 2010 y el 2020. Otro informe también publicado por el departamento de energía de EEUU, muestra que «sin un reajuste de tiempo, los costes económicos, sociales y políticos no tendrán precedente. (12) Los desastres reseñados por el pico de las reservas globales de petróleo solo pueden ser evitadas con un «programa de choque» comenzando 20 años antes que ocurra. Si algunas de las estimaciones del departamento de energía son correctas, ya es demasiado tarde.

La IEA piensa que esta crisis puede ser evitada gracias a la apertura de nuevos pozos y por el uso de petróleo no convencional. Pero éstos causan desastres medioambientales por sí mismos. Más o menos la mitad de los nuevos descubrimientos que la agencia pronostica en los próximos 25 años ocurrirán en el Ártico o en las profundidades de los océanos (entre 2000 y 4000 metros de profundidad). (13). En cualquier caso, un vertido importante en unos ecosistemas tan lentos y frágiles, serían catastróficos. Extraer petróleo no convencional- como los de las tar sands (tierras sueltas o parcialmente consolidadas de donde se extrae petróleo sintético) en Canadá o los kerogen shales (petróleo no convencional obtenido de diversos organismos orgánicos sólidos) en los EEUU- producen mucho más dióxido de carbono que perforar para extraer petróleo ordinario. (14). También usa y contamina grandes cantidades de agua potable, y destruye miles de hectáreas de tierra virgen. «A largo plazo» dice la IEA, «el petróleo pesado no convencional puede convertirse en la norma y no en la excepción». (15) Si nuestro crecimiento futuro depende de estas fuentes, nos vemos condenados a unos impactos medioambientales cada vez mayores.

No necesitamos invocar al pico del petróleo para argumentar una reducción en el uso de combustible para nuestro transporte. Pero te podías haber imaginado que el gobierno habría mostrado solo una pequeña curiosidad sobre si nuestro programa de transporte podía o no conducir a un colapso de la economía.

1. Department of Trade and Industry, May 2007. Meeting the Energy Challenge: A White Paper on Energy. Chapter 4, page 114.

2. HM Government, May 2007. Planning for a Sustainable Future: White Paper.

3. The medium term in this context is defined in one of the white paper’s supporting documents as up to 2020. Wood Mackenzie, May 2007. Review of UK Oil Refining Capacity for Department of Trade and Industry.

4. International Energy Agency, 2005. Resources to Reserves: Oil & Gas Technologies for the Energy Markets of the Future.

5. Page 3.

6. Page 13.

7. Page 27.

8. International Energy Agency, 2006. World Energy Outlook 2005: Middle East and North Africa Insights. Page 126.

9. International Energy Agency, 2005, ibid. Page 61.

10. Page 28.

El calentamiento global, tres veces más rápido que las peores predicciones

Geoffrey Lean

The Independent

Traducción: Félix Nieto para Globalízate

Según una serie de asombrosos y serios estudios El calentamiento global se está acelerando tres veces más rápido de lo que se temía.

Han descubierto que las emisiones de CO2 han estado aumentando a un ritmo tres veces más que en la década de los 90. La capa de hielo del Ártico se está derritiendo tres veces más rápidamente- y el nivel de los mares está aumentando al doble de velocidad, como se pronosticó.

Las noticias de los estudios, deben conducir a unas medidas más estrictas contra la contaminación de las que se contemplaban, estas llegan justo antes que los líderes de las naciones más poderosas se reúnan en Alemania, con el cambio climático como tema más importante de la cumbre del G8.

Estas noticias pueden poner más presión en el Presidente Bush para que finalmente acepte sumarse a tomar medidas internacionales.

El estudio publicado por la Academia Nacional de las Ciencias de los EEUU, (PNAS) muestra que las emisiones de CO2 han estado aumentando un 3% al año durante esta década, comparado con el 1,1% al año en los 90.

La importancia de estos datos es que el aumento es mucho más rápido que el peor escenario del último informe del IPCC y sugiere que las terribles predicciones del informe sobre la disminución de cosechas, escasez de agua, derretimiento del hielo y la desaparición de especies es muy probable que se queden cortas sobre la amenaza a la que nos enfrentamos.

El estudio muestra que casi ¾ del crecimiento en emisiones viene de los países en vías de desarrollo, particularmente de China. El país sin embargo no aceptará a que se le culpe del problema, apuntando que sus emisiones per capita son una sexta parte de las emitidas por cada estadounidense. Además, según el estudio los países desarrollados con menos de una sexta parte de la población mundial contribuyen con más de dos tercios de las emisiones globales.

Un estudio del Centro de la Universidad de California para la información de la nieve y el hielo (University of California’s National Snow and Ice Data Center) muestra que el hielo ártico ha disminuido un 7,8% por década en los últimos 50 años, comparado con la media de los modelos del IPCC que es un 2,5%.

Más información:

pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.0700609104

Global warming ‘is three times faster than worst predictions’

By Geoffrey Lean, Environment Editor

Published: 03 June 2007 The Independent

http://environment.independent.co.uk/climate_change/article2609305.ece

El imperio de Monsanto y la destrucción del maíz

Silvia Ribeiro

La Jornada

El monopolio más marcado de la historia del industrialismo lo tiene Monsanto con las semillas transgénicas. Según sus propios datos, esta trasnacional estadunidense controla más de 80 por ciento del rubro, porcentaje ampliamente mayor que el que detenta cualquier otra empresa en su campo, sea petrolera, química o informática.

Monsanto avanza además hacia el control de todas las semillas, no sólo transgénicas. Para ello ha comprado empresas semilleras en todo el mundo, con el fin de controlar un sector que aunque modesto en volumen de dinero -comparado con otras industrias-, es absolutamente imprescindible: es la llave de toda la cadena alimentaria. Una vez que controle la mayoría de las semillas convencionales (no transgénicas), lo único que necesitará hacer es dejar de producirlas, y a través de una política de hechos consumados -al no existir alternativas en el mercado y en contubernio con las escasas empresas que queden en el rubro- obligar a todos a sembrar sus transgénicos. A unos porque no tendrán otra opción y a otros -los campesinos que plantan sus propias semillas- a punta de contaminación, juicios y semillas suicidas Terminator

Según el monitoreo de la industria que hace el Grupo ETC (antes con el nombre de RAFI), a principios de la década de 1980 existían en el mundo más de 7 mil empresas semilleras que producían semillas para el mercado comercial. Ninguna llegaba a uno por ciento del mercado.

Hace algo más de una década, las empresas que producían agrotóxicos -como Monsanto, Dow, Bayer, Dupont y otras- comenzaron a comprar intensivamente a las semilleras. De esta forma promovieron la venta de semillas y agrotóxicos de la compañía en paquete. El resultado más visible de este casamiento de conveniencia fueron los transgénicos: más de dos tercios de los transgénicos plantados son cultivos resistentes a agrotóxicos.

En 1997, las 10 mayores empresas semilleras habían pasado a controlar la tercera parte del mercado mundial de venta de semillas comerciales. A 2005, las 10 más grandes tenían ya la mitad del mercado. Actualmente, las 10 mayores poseen 55 por ciento del mercado mundial, pero entre tres -Monsanto, Dupont y Syngenta- acaparan 44 por ciento. Monsanto -que en 1996 ni siquiera aparecía entre las 10 mayores- abarca 20 por ciento del total global.

Dos de las compras más significativas de Monsanto en los años recienes -que lo convirtieron en la semillera industrial más grande del mundo- fueron la mexicana Seminis (ex Savia y Grupo Pulsar) con lo que logró la mayoría del mercado mundial de semillas de frutas y hortalizas, y la de Delta & Pine Land, la mayor empresa de semillas de algodón y dueña de la primer patente de semillas suicidas Terminator .

Es evidente que avanzando por medios legales e ilegales -desde la contaminación transgénica y los juicios por patentes que hace contra las víctimas hasta el soborno de funcionarios y legisladores para que le otorguen autorizaciones y hagan leyes o reglamentos a su favor- Monsanto pretende apoderarse del mercado mundial de semillas, o como mínimo, repartírselo con un par de otras trasnacionales.

En camino hacia ese objetivo, Monsanto compró hace una década la compañía Agracetus, para apoderarse de una patente monopólica sobre toda la soya transgénica del planeta. Esta patente la acaba de perder el 3 de mayo de 2007 en la Oficina Europea de Patentes, como consecuencia de un litigio que duró 13 años, iniciado por el Grupo ETC junto a una coalición de organizaciones sociales y ambientalistas, que finalmente derrotaron a Monsanto. Pero en ese periodo, Monsanto usó y abusó de este monopolio para hacer juicios y amenazar desde productores a gobiernos, creando un monopolio de facto sobre la soya, aunque ya no tenga la patente.

En este contexto, es totalmente cínico que Monsanto, uno de los mayores contaminadores del planeta y responsable junto a un par de otras transnacionales de la contaminación transgénica del maíz campesino en México, anuncie que va a hacer un fondo para «proteger el maíz nativo». Para ello, pretende formar con algunos de los pocos productores industriales de maíz en México, un banco de semillas nativas. La propuesta ni siquiera es original -también Syngenta, Dupont y otras productoras de transgénicos tienen proyectos similares en otros países- ya que proviene de Croplife International, una asociación internacional de estas empresas para defender sus intereses en la comunidad internacional.

Monsanto pretende así lavar su imagen de contaminador, acceder -y patentar cuando le convenga- razas de maíz campesino que le resultan imprescindibles para seguir desarrollando sus semillas transgénicas y por otro lado justificar la introducción de más transgénicos y la contaminación futura.

Los industriales de la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz de México, que firmaron este acuerdo con Monsanto -quién sabe a qué precio- probablemente ya ni saben qué es el maíz nativo, porque hace tiempo son esclavos de lo que les vendan las empresas semilleras.

Los que de verdad conocen, cuidan y siguen plantando el maíz nativo -85 por ciento de los que producen maíz en México- son campesinos e indígenas y ya declararon que no piensan dejarlo ni dejar que los dueños del dinero y los industriales se apropien de él. Les llevan 10 mil años de experiencia y más de 500 de resistencia.

Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2007/05/26/index.php?section=opinion&article=019a1eco

Las defensas naturales de la Tierra comienzan a debilitarse

Michael McCarthy

http://www.globalizate.org

Traducido por Félix Nieto para Globalízate

Según nuevas investigaciones publicadas hoy, la habilidad de la Tierra para absorber los gases que causan el calentamiento global comienza a debilitarse como consecuencia del aumento de la temperatura, este es un efecto retroalimentador positivo, temido desde hace bastante tiempo.

Se acaba de descubrir que el cambio climático está debilitando uno de los principales sumideros de CO2: el Océano Antártico.

Como resultado, las concentraciones atmosféricas de CO2 pueden aumentar más rápidamente de lo que se pronosticaba. Estabilizar el nivel de CO2, imprescindible para controlar el calentamiento, será mucho más difícil aunque todos los países se pongan de acuerdo.

Las noticias pueden añadir un elemento más de urgencia para la cumbre del G8 con los países en vías de desarrollo, liderados por China dentro de tres semanas en Heiligendamm, Alemania, donde se intentarán crear las bases para un nuevo tratado que suceda al de Kyoto.

El profesor Tom Burke, (profesor visitante del Imperial College Londres,) dice: «Éste es un aviso oportuno antes que se celebre la cumbre del G8 de que el reloj climático esta comenzando a ir más rápido».

«El cambio ha sido detectado en un estudio de 4 años realizado por investigadores de la Universidad de East Anglia, The British Antarctic Survey y del Max-Planck Institute for Biogeochemistry, el informe se ha publicado en Science, este es un informe de los mas preocupantes en el desarrollo del cambio climático. Implica una brecha en las defensas del planeta contra el calentamiento global.

La sociedad humana se ha beneficiado enormemente a causa de la absorción natural de carbono por la Tierra, lo que significa que los océanos y los bosques absorben más o menos la mitad del CO2 que se emite a la atmósfera, en el llamado ciclo del carbono. Lo que queda en la atmósfera se conoce como «airborne fraction».

(Parte que permanece en el aire)

Si los sumideros se debilitan, la parte que permanece en el aire tenderá a aumentar. Aunque los supermodelos computerizados del clima han avisado desde hace algún tiempo del debilitamiento de los sumideros marinos y terrestres, hasta ahora no se había podido mostrar un solo ejemplo.

Ahora el equipo investigador ha descubierto que el inmenso Océano del Sur, que es el mayor sumidero de la tierra, (un 15% de la absorción potencial) está saturado de CO2.

El nivel de gas que absorbe no ha variado desde 1981- pero en ese tiempo la cantidad emitida ha aumentado un 40%, por lo que ha bajado el rendimiento y una cantidad mucho mayor de CO2 deja de ser absorbida aumentando el efecto invernadero.

El efecto- revelado tras comprobar las observaciones de CO2 atmosférico en 40 estaciones por todo el mundo, se piensa que ha sido causado por un aumento en la velocidad del viento en los océanos. Más tormentas y olas más potentes están agitando el mar y llevando hacia la superficie CO2 almacenado en el fondo marino- lo que reduce la habilidad de la superficie para absorber gas desde el aire.

Se cree que los vientos más fuertes son a causa de la alteración de los regimenes de la temperatura atmosférica producidos por dos procesos separados- la desaparición de la capa de Ozono sobre la Antártica por el uso de gases CFC de los aerosoles (que ya no se usan) y por el calentamiento global.

Por lo tanto esto es una retroalimentación positiva- un efecto del cambio climático que por sí mismo acelera el cambio climático. Varios investigadores temen que estos efectos positivos pueden hacer que el calentamiento global se produzca mucho más rápido y sean más difíciles de controlar que lo que se piensa. El pesimismo de científicos como James Lovelock está basado principalmente en el hecho que la mayoría de efectos retroalimentadores en el sistema de la Tierra van a ir en nuestra contra.

«Esta es la primera vez que detectamos un sumidero de carbón debilitarse a causa del reciente cambio climático «dijo Corinne Le Quéré, principal autor del estudio (Universidad de East Anglia). «Esto es grave. Cuando el mundo se ha calentado en el pasado, el debilitamiento de los sumideros de CO2 ha jugado un papel importante.».

El Profesor Chris Rapley, Director de el British Antartic Survey dijo: «Desde comienzos de la Revolución Industrial los océanos han absorbido un 25% de las 500 giga toneladas (millones de toneladas) emitidas por el hombre. La posibilidad que en un mundo más cálido el Océano Antártico se esté debilitando es preocupante».

El consejero jefe científico del Gobierno Británico, Sir David King, dijo: «Tenemos unos cuantos efectos retroalimentadores positivos de los que preocuparnos y éste parece ser uno de ellos. Pero la seriedad de éste dependerá si está afectando a todo el Océano o solo al Antártico».

En los últimos años ha quedado claro que el ritmo de acumulación de CO2 está aumentando. El nivel actual se sitúa en 382 ppm, en 1958 era de 315 ppm.

En la última década el ritmo ha pasado de 1,6 ppm anual hasta más de 2 ppm, un hecho que The Independent informó en Octubre de 2004, lo que bien puede ser una señal que la habilidad de la Tierra para absorber CO2 está disminuyendo.

El profesor Le Quéré respondiendo a la pregunta de que si el aumento en el ritmo puede estar relacionado con el debilitamiento de los sumideros, respondió: «Pienso que estamos apunto de descubrirlo… Todos los expertos en el ciclo del carbono están atentos a esto»

Saturaciones del sumidero de CO2 del Océano Antártico debido al cambio climático reciente, Le Quéré et al, se ha publicado esta semana en Science.

Earth’s natural defences against climate change ‘beginning to fail’

By Michael McCarthy, Environment Editor

Published: 18 May 2007

http://news.independent.co.uk/environment/climate_change/article2556466.ece

Océano Antártico a punto de saturarse de CO2

Cambio climático

Stephen Leahy

IPS

El cambio climático frenó la capacidad que tiene el océano Antártico de absorber los gases de efecto invernadero de la atmósfera, advirtieron investigadores este jueves.

Este fenómeno dificultará la estabilización de los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, así como la reducción del riesgo de que se registre un recalentamiento planetario como el previsto en los escenarios más extremos.

El océano Antártico absorbe menos CO2 de la atmósfera desde 1981, aunque su presencia en el aire ha aumentado 40 por ciento debido a las emisiones producidas por la quema de combustibles fósiles, según la mayoría de los científicos.

Los océanos absorben la mitad de todas las emisiones humanas de dióxido de carbono, pero el Antártico incorpora cada vez menos y está llegando a su punto de saturación, informó un equipo de investigadores internacionales, según un estudio publicado por la revista Science.

Esta es la primera evidencia de una retroalimentación positiva temida durante mucho tiempo, la cual podría acelerar rápidamente el ritmo del cambio climático, llevando el impacto del fenómeno al último extremo de la escala.

«Esto es serio. Todos los modelos climáticos pronostican que esta clase de retroalimentación continuará y se intensificará durante este siglo», dijo Corinne Le Quéré, de la británica Universidad de Anglia Oriental y principal autora del documento.

«Al alcanzar el océano Antártico su punto de saturación, más CO2 permanecerá en nuestra atmósfera», afirmó Le Quéré en una declaración escrita.

Las conclusiones de esta investigación no llegaron a tiempo para su inclusión en los tres informes publicados este año por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), red internacional de científicos dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

«Este hallazgo podría señalar una diferencia significativa en algunas proyecciones del IPCC», sostuvo el coautor del estudio Thomas Conway, de la División de Control Mundial de la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera (NOAA) de Estados Unidos, con sede en Boulder, estado de Colorado.

«Si este estudio se sostiene, significará que la proporción del aumento de CO2 en la atmósfera será más rápida», dijo Conway a IPS.

El estudio de cuatro años se basó sobre datos recogidos en 51 estaciones de control de dióxido de carbono en todo el mundo, para dilucidar cómo respondía el océano Antártico a los valores cada vez más altos de CO2 en la atmósfera.

Antes se creía que el océano Antártico, el cuarto en tamaño de los cinco existentes, absorbía 15 por ciento de todas las emisiones humanas de CO2, pero en realidad absorbe cada vez menos desde 1981.

Los océanos deberían ser capaces de absorber CO2 durante cientos de años en el futuro antes de saturarse. «Esto es algo que no debería estar ocurriendo», dijo Conway.

Así que, ¿por qué se constata ahora este fenómeno en el océano Antártico? La respuesta está en el viento.

Desde 1958 se ha registrado un aumento de los vientos en el Hemisferio Sur, producto inesperado del agotamiento de la capa de ozono y del recalentamiento planetario.

«El agujero de ozono causó un fuerte enfriamiento de la estratósfera antártica», dijo Le Quéré a IPS.

Las emisiones de productos químicos tales como clorofluorocarbonos (CFC), junto con otros compuestos que contienen cloro y bromo, agotaron los valores de ozono estratosférico, lo que resultó en un afinamiento masivo o «agujero» sobre la Antártida.

Eso, a su vez, provocó produjo un enfriamiento de la atmósfera, entre 20 y 40 kilómetros por encima de la superficie helada del continente, lo cual fortalece los vientos estratosféricos.

Eso fue lo que fortaleció los vientos del oeste hacia la superficie, dijo Le Quéré.

«Los gases invernadero también cambiaron la estructura de temperaturas de la atmósfera. Los modelos climáticos muestran que estos cambios también fortalecen los vientos del oeste sobre el océano Antártico», señaló.

Los océanos absorben CO2 en la superficie y lo transportan hacia las profundidades. A veces, terminan almacenando el gas en las profundidades oceánicas.

Sin embargo, el aumento de los vientos provoca remolinos en el océano Antártico, por lo que el CO2 almacenado en las profundidades sube y sale a la superficie.

Al saturarse de CO2, la superficie absorbe cada vez menos gas de la atmósfera.

Como el océano Antártico absorbía 15 por ciento de todas las emisiones humanas, si la reducción continúa acelerándose eso podría llevar a un aumento aún mayor del CO2 atmosférico en unas decenas de partes por millón, dificultando la concreción de los objetivos de estabilización, dijo Le Quéré.

La actual concentración de dióxido de carbono en la atmósfera a 383 partes por millón, y aumentan aproximadamente dos partes por año.

El IPCC, la Unión Europea y otras organizaciones creen que los niveles de CO2 deben estabilizarse en 450 partes por millón para minimizar el impacto y los riesgos extremos de la retroalimentación positiva.

Ésta es la respuesta del planeta a niveles más elevados de CO2 y el IPCC concluyó que probablemente será positiva, lo que significa que el recalentamiento se potenciará.

«La posibilidad de que en un mundo más cálido el océano Antártico se esté debilitando es motivo de preocupación», dijo Chris Rapley, director del British Antarctic Survey, en una declaración escrita.

Un aspecto secundario –pero no por eso menos importante– de este cambio en el océano Antártico es que la superficie se está volviendo más ácida con mayor rapidez, porque cuando el CO2 se combina con agua de mar forma un ácido.

Aunque esta acidificación fue documentada en todos los océanos, los científicos creen que no afectará la vida marina hasta después de 2050. Pero con este reciente hallazgo, el océano Antártico podría sufrir el impacto mucho más rápido de lo previsto.

Otros océanos también pueden estar reaccionando de modo similar, absorbiendo menos CO2, dijo Le Quéré, observando que hay evidencias de ese efecto en el Atlántico Norte.

Esto significa que los modelos climáticos que usa el IPCC calculan de más la cantidad de carbono que absorben los océanos, y de menos la proporción en que aumentará el CO2 en el futuro.

«Dependemos de sumideros de carbono como los océanos para absorber una enorme cantidad de nuestras emisiones. Esto significa que hay más urgencia que nunca por reducirlas», afirmó.

Disidencia en la ONU sobre biocombustibles

Ecoportal.net

Los dos últimos informes del IPCC (Panel Intergubernamental por el Cambio Climáticos de las Naciones Unidas) fueron suficientemente claros: existe un cambio climático y es buena medida consecuencia de las actividades humanas. Anticipan un futuro cercano plagado de nuevas amenazas, un porvenir en que las catástrofes ambientales se volverán habituales propias de un planeta en crisis.

En respuesta a esta situación existe una campaña creciente fomentada desde el sector corporativo y los Estados, intenta ganar nuestras simpatías y nuestra voluntad a favor de los biocombustibles (cultivos energéticos). Las dirigencias políticas en general, que ignoran toda posibilidad de moderar el consumo, creen sin embargo, haber hallado en los biocombustibles, una nueva panacea, un nuevo horizonte que aseguraría empleo, que alentaría las producciones y que ayudaría a conservar el medio ambiente.

No obstante, desde hace bastante tiempo, en los países productores de la materia prima para biocombustibles (soja argentina y brasileña, palma aceitera de Indonesia y Malasia, etc.) organizaciones de la sociedad civil vienen denunciando los estragos que la actual agricultura industrial y los cultivos energéticos están provocando: deforestación, despoblamiento del campo, pérdida de biodiversidad, contaminación de las cuencas hídricas, creciente hacinamiento en las ciudades, hambre e indigencia.

Es por ello que, por un momento y cuando el sector de las Naciones Unidas dedicado a la energía, emitió el 9 de mayo un severo documento anticipando los nuevos riesgos a que nos arrastra el poner la agricultura al servicio de los motores, supusimos que existían algunas reservas de sentido común y de cautela. Recordemos los reiterados fracasos sufridos como consecuencia de las pretendidas soluciones tecnicistas que, responden a un pensamiento lineal, incapaz de revisar las causas y siempre dispuesto a nuevas fugas hacia delante, en especial cuando significan jugosos negocios para las empresas.

Para nuestra sorpresa, al día siguiente desde el Fondo Común de Materias Primas de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, los periódicos expresaron una postura diametralmente opuesta a la anterior: «Producir biocombustibles será positivo para los países en desarrollo, porque va a ser una ventana para diversificar la producción» (EFE, 10/05/2007).

Nosotros decimos: si los técnicos y los científicos aún no consiguen ponerse de acuerdo sobre los posibles impactos y las consecuencias sociales y ambientales de una producción masiva de carburantes provenientes de la agricultura, ¿por qué razón la dirigencia política que poco sabe del tema más allá de lo que informan los prospectos de las empresas, los promueve activamente?

Consideramos que el sentido común y una actitud responsable ante las amenazas del Cambio Climático, exigen una postergación de las políticas al respecto, hasta que las investigaciones y los debates establezcan con claridad el carácter de las soluciones que se proponen y los riesgos que implican.

GRR Grupo de Reflexión Rural, Argentina y

Campaña «No te comas el mundo», Estado Español

Nota de Prensa. Barcelona, 11 de mayo de 2007

 

Cereales, oleaginosas y biocombustible

Miguel Ángel Llana

Rebelión

Revisado por Caty R.

Los países industrializados han comenzado a incorporar determinados productos agrícolas, como los cereales y las semillas oleaginosas, al mercado de la energía.

Para establecer un criterio serio sobre lo que estamos hablando, nada mejor que conocer los datos que intervienen en este proceso, que además incide sobre la alimentación humana y el medio ambiente, como son la producción de cereales, semillas oleaginosas, la superficie cultivable disponible y el consumo de energía, todo ello para al final, poder relacionar la materia prima agrícola limitada a la superficie cultivable disponible y a la capacidad de ésta para producir etanol o biodiésel, respecto a los consumos actuales de energía para ver hasta dónde puede servir o no la incorporación de la agricultura como nueva fuente de energía; en detrimento, obviamente, de la alimentación, con todas sus consecuencias.

Recibimos demasiada información y además incompleta cuando no sesgada. Así, cada vez resulta más difícil tener un criterio propio documentado, pero en pocos temas, y en tan poco espacio como en este caso, se puede dar una información bastante completa sobre la situación y el futuro de lo que ya es una nueva ofensiva sobre los países pobres a los que, además de despojarles de sus materias primas, también vamos a arrebatarles sus escasos alimentos.

Cereales . La producción mundial en 2006 fue de 1.995 Mt (millones de toneladas) de las que 598 fueron de trigo, 30%; de maíz 693, 35%; de arroz 420, 21%; y los restantes 284 Mt de mijo, sorgo y otros. La alimentación humana consumió el 48%, los usos industriales el 29% y el 23% restante fue para alimentación animal.

Oleaginosas . La producción de estas semillas en 2006 fue de 390 Mt, siendo de soja 219, 56%; de colza 49, 13%; de semillas de algodón 42; de girasol 30 y los 50 Mt restantes de otras semillas menos conocidas.

Superficie cultivable . El planeta tiene 5.017 Mha (millones de hectáreas) de tierra, el 38,5% de la superficie terrestre, pero los pastos se llevan la mayor parte por lo que queda para usos agrícolas menos de un tercio, 1.530 Mha solamente, es decir, 0,24 hectáreas para cada uno de los 6.500 millones de habitantes; y esta superficie está disminuyendo por el incremento de la desertización y otras causas.

Energía primaria . El consumo en 2006 fue de 11.500 Mtpe (millones de toneladas de petróleo equivalente) con el 33% de petróleo; 21% gas natural; 26% carbón y lejos del 1% de energía solar y eólica.

Biocombustibles. Sumando los cereales y oleaginosas disponemos de 2.385 Mt de las que difícilmente podremos obtener el 20% de etanol o biodiésel, apenas 500 Mt, es decir, un teórico 4% de la energía que actualmente se consume. Y eso suponiendo que las personas no empleáramos la mitad, el 48% en la alimentación, aparte de la alimentación animal y las necesidades industriales. Pero si consideramos que de esta producción de grano -cereal u oleaginosas- la mitad está destinada al consumo humano, el resto sólo llegaría para cubrir el 2% de las actuales necesidades energéticas mundiales. Más aún, la revolución de la agricultura que tan «magníficas» cosechas está dando, se basa esencialmente en altísimos consumos de energía: arado, siembra, abonos, riego, insecticidas, cosechas, transporte, almacenaje y un largo etcétera que provienen esencialmente de la energía fósil que ahora pretenden sustituir con los biocombustibles. Pero todavía más, según algunos autores este modelo agrícola es deficitario en cuanto al rendimiento energético, es decir, que para obtener una unidad de energía -una caloría- tenemos que gastar más en las labores -muy industrializadas- de esta agricultura forzada, que lo que al final cosechamos.

La energía que ahora pretenden extraer de la agricultura no es más que el resultado de la fotosíntesis -sol, agua y nutrientes- que cada año dan las cosechas, mientras que la energía fósil -petróleo, gas natural y carbón- que suma el 80% de la energía mundial consumida tiene el mismo origen, pero como resultado del ahorro de la fotosíntesis producida a lo largo de cientos de millones de años. Y ahora pretenden que la naturaleza nos dé cada año lo mismo que ha ahorrado durante esos cientos de millones de años.

La revolución agrícola -lo mismo que la revolución industrial- se ha basado esencialmente en la utilización intensiva de energía, abundante y barata, en todos y cada uno de los procesos y en el agotamiento de los nutrientes y el agua; por esta razón el modelo requiere cada vez más recursos para obtener menos a corto o medio plazo. En cualquier caso, lo que ya no se discute es la degradación del ecosistema por la disminución de los nutrientes o por la contaminación del medio cultivable debida a los pesticidas, herbicidas, etcétera; más el capítulo de los transgénicos con el que se culmina y garantiza el desastre.

Cualquier cultivo tiene un rendimiento que está determinado por la naturaleza y que podemos modificar pero aportando previamente los incrementos energéticos que deseamos obtener y así, para obtener mejores cosechas será necesario un esfuerzo energético que hasta ahora ha sido a costa de la «inagotable» energía fósil. Amenazada esta energía que hasta ahora nos ha salvado, se pretende sustituirla por unos productos agrícolas: cereales y semillas oleaginosas que precisamente se están obteniendo con la energía fósil a la que se pretende sustituir; además de la degradación medioambiental que implica todo este proceso, agotamiento de nutrientes y de agua, cerrando así el círculo de lo imposible.

La inseguridad alimenticia amenaza a decenas de países, dice todos los años la FAO. El rendimiento medio mundial de los cereales, por ejemplo del maíz es de 4,7 toneladas por hectárea y el del trigo de 2,8. Las variaciones en las cosechas, aparte de las circunstancias climáticas, dependen principalmente del gasto energético que se haga en los procesos de los que depende el actual modelo agrícola. Las grandes explotaciones intensivas y extensivas se basan en el uso cuantioso de energía y en una gran degradación del ecosistema. El agotamiento del ecosistema que soporta este modelo agrícola está cuestionado y sólo se mantiene con una energía barata y abundante. La pretensión actual de obtener agrocombustible no es más que otra huida hacia delante de esta economía neoliberal insaciable. La explotación de la agricultura para obtener energía está desajustando los cultivos en los que está basada la alimentación de numerosos países, además de un aumento de precios insoportable para otros muchos, lo que ya está ocasionando problemas de abastecimiento que se traducen en hambre y muerte.

El modelo agrícola industrializado no es rentable desde el punto de vista energético y ecológico; se plantea la necesidad de recuperar e investigar procesos que garanticen la suficiencia agrícola en sí misma sin recurrir a técnicas y modelos en manifiesto declive con diversos indicios de agotamiento del ecosistema. Pero lejos de esta consideración, se inicia una nueva escalada agrícola que agrava el problema energético y amenaza con nuevas hambrunas, en decenas de países, a cientos de millones de personas.

Nota: Los datos principales han sido obtenidos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y de la AIE (Agencia Internacional de la Energía).

Colonialismo verde

Carlos Miguélez

Centro de Colaboraciones Solidarias

Las grandes selvas han encontrado en tres millonarios una cierta esperanza hasta ahora imposible para ecologistas y organizaciones de la sociedad civil: salvarse de la depredación humana. Con la compra de grandes extensiones boscosas, estos pioneros inician un polémico colonialismo verde.

Cada año, el planeta pierde 73.000 kilómetros cuadrados de selva, casi el equivalente al territorio de Panamá. Según informes de la ONU, la deforestación provoca entre el 12 y el 14% de las emisiones de CO2 en el planeta porque se reduce de forma considerable la masa verde que absorbe las emisiones de todo el planeta y porque una gran proporción de la deforestación se da en forma de incendios, que sueltan grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Este CO2 es el principal responsable del cambio climático.

El cambio climático motivó al sueco Johan Eliasch a comprar en Brasil una extensión de bosque equivalente en tamaño a Austria. Pero también fue la ineficacia de quienes deben de proteger los pulmones del planeta.

«Estaba harto de ver a los políticos hablar y no hacer nada», comentaba el millonario sueco, dueño de una marca deportiva y miembro de una familia de grandes empresarios.

Su frustración la han compartido, durante varias décadas, ecologistas y organizaciones que veían aumentar la depredación en todos los rincones del planeta. África, por ejemplo, perdió el 9% de su superficie forestal entre 1990 y 2005. La cantidad de árboles cortados en Brasil supone casi la mitad de la deforestación total del planeta. Indonesia, un grupo de países del África subsahariana como Nigeria y Zambia, de América Latina como México y Venezuela, y de Asia como Birmania y Camboya, son los países donde más árboles se talan.

Si Bono, cantante de U2, y Bill Gates recibieron críticas por sus ayudas al desarrollo en África, los nuevos millonarios defensores de la naturaleza han recibido también críticas de grupos indigenistas y ecologistas. Muchos de ellos califican de absurdo solucionar en los países del Sur los problemas causados por el consumismo del Norte.

«Entiendo el argumento, pero el punto es que yo, como ciudadano, no voy a lograr que Volkswagen reduzca el nivel de emisiones de sus motores. Ésta es la manera en que puedo conseguir resultados. Por ello actúo, e intento colaborar con las comunidades para que conservar el bosque se convierta en un interés superior a arrasarlo. Hay que encontrar la forma de hacer que una selva tenga más valor de pie que talada», responde el millonario sueco, que permite a los indígenas cosechar frutos e impide que se tale en su territorio.

Tampoco se podrán construir hoteles ni complejos turísticos, que muchos señalan como un freno al desarrollo. Conviene matizar lo que significa «desarrollo» antes de que las selvas vivan los síntomas del progreso que han padecido, por ejemplo, muchas playas mexicanas. Playas contaminadas por los desechos de hoteles que van directamente al mar, grupos clandestinos que se dedican a recolectar los huevos de tortugas en teoría protegidas por el gobierno y en peligro de extinción, el dinero de los hoteles y restaurantes en manos de cadenas extranjeras que sacan su dinero del país y una población autóctona que vino de lejos para vivir de los frutos del turismo y que sólo se encontró con sueldos míseros. Hoy, Acapulco se ha convertido en uno de los focos del crimen organizado y del narcotráfico.

Otro ejemplo son Douglas Tompkins y Kristine McDivitt, un matrimonio que ha comprado miles de hectáreas de bosque en la Patagonia. Sin embargo, hay quienes acusan a esta pareja de tener segundas intenciones: aprovechar los recursos naturales de la zona y cortar en dos Chile, ya que sus tierras se extienden desde el Pacífico hasta los Andes.

Quizá las adquisiciones privadas sean el revulsivo para que la sociedad civil tome conciencia y se una para presionar a las empresas de los países ricos y de los emergentes. Para que el respeto al medioambiente esté por encima de la rentabilidad, y para pedir cuentas a los gobiernos que miran hacia otro lado cuando estas empresas les enseñan la cartera. Celebremos que en el planeta queden personas que se sienten parte de la Tierra que habitan y les da cobijo.

La FAO apoya la alimentación … de los automóviles

RAP-AL Uruguay

Durante los días 25-28 de abril los representantes del Comité de Agricultura de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se reunieron en Roma con el objetivo central de impulsar la producción de cultivos agrícolas para ser utilizados como agro-combustibles.

Consciente de que en realidad el mandato de la FAO apunta a «asegurar una buena nutrición para todos», y que no resulta sencillo explicar como estos cultivos energéticos ayudan a alimentar a nadie, Alexander Müller, responsable del Departamento de Agricultura y Protección del Consumidor de la FAO comentó que «a la vez que existe una preocupación legítima entre algunos grupos de que la bioenergía puede dañar a la seguridad alimentaria y el medio ambiente, puede ser también una herramienta importante para mejorar el bienestar de la población rural, siempre que los gobiernos tengan en cuenta esos aspectos».

Dicha explicación no solo no explica nada, sino que pretende esconder la grave amenaza para la alimentación de millones de personas que significa la expansión de los agrocombustibles. La FAO organismo creado para asegurar la nutrición de las personas ahora impulsa cultivos de agro-combustibles, que serán utilizados para «alimentar automóviles» en tierras productoras de alimentos.

Nuestro país no está ajeno a este proceso y ya se está promoviendo y apoyando el cultivo de caña de azúcar en Bella Unión para producir etanol y también se está impulsando el cultivo de sorgo y remolacha azucarera en tierras que han estado destinadas para la producción de alimentos como son los departamentos de San José, Canelones y Montevideo con el mismo objetivo.

Con la promoción de estos monocultivos para energía se acentúa aún más el modelo que tiende a un aumento en el uso de agrotóxicos y a una destrucción ambiental mayor. Tal es el caso de la soja transgénica, cuya superficie sembrada ha superado a la de todos los otros cultivos agrícolas de nuestro país, dejando como resultado destrucción de nuestros ecosistemas, apropiación y contaminación de aguas y suelo, uso masivo de agrotóxicos, mecanización intensiva. En definitiva, una agricultura sin agricultores que destruye el medio ambiente. Y ahora la soja está siendo también promovida para la fabricación de biodiesel.

Similares procesos se están dando en una enorme cantidad de países, donde bajo un engañoso manto «verde» se están promoviendo los agrocombustibles como sustitutos de los combustibles fósiles cuyo consumo ha resultado en el cambio climático. Sin embargo, para millones de personas este remedio será mucho peor que la propia enfermedad, ya que se estarán ocupando millones y millones de hectáreas de tierras productoras de alimentos en tierras productoras de materia prima para la producción de biocombustibles.

Resulta lamentable tener que recordarle a la FAO que su misión no es asegurar la alimentación de los automóviles sino la de las personas y que por lo tanto debería estarse oponiendo a este nuevo empuje de las transnacionales. ¿Pero no será que en realidad la función de la FAO es hacer precisamente lo que está haciendo?.

RAP-AL Uruguay

http://webs.chasque.net:80/~rapaluy1/transgenicos/

Abril 2007

http://www.fao.org/newsroom/es/news/2007/1000540/index.html

¿Bio o business?

Arturo M. Lozza

Red Eco Alternativo

Con la excusa de salvar el medio ambiente, los mayores contaminadores del planeta se han lanzado a un nuevo negocio que amenaza con exterminar territorios alimentarios.

Estamos ante una formidable campaña global para acelerar la producción de biocombustibles a partir de la soja, el maíz o la caña de azúcar en reemplazo de los derivados del petróleo. La justificación se fundamenta en una realidad cruda: la contaminación del medio ambiente. Y así, subidos a la cresta de la ola ambientalista, los mayores contaminadores del planeta lanzan su nueva ofensiva. La cumbre de la Unión Europea aprobó que en el 2020 un 10% del consumo total de energía provendrá de biocombustibles. Estados Unidos está inaugurando una destilería para combustibles vegetales por semana: ya están funcionando 120. Y las mismas empresas multinacionales que inventaron los transgénicos –llámense Monsanto, Nidera y Cargill-, además del potentado George Soros y otros, anuncian fuertes inversiones en destilerías y en la creación de nuevas semillas. Para completar la rueda del negocio, George Bush se reunió en marzo con las tres empresas automotoras más grandes –General Motors, Ford y Chrysler- para «adaptar sus productos a la nueva generación de biocombustibles» .

Argentina se subió a la nueva ola. Este febrero fue reglamentada la ley 26.093 que crea un régimen de desgravaciones e incentivos para la producción de biocombustibles.

Las consecuencias no se han hecho esperar. En el último año el precio internacional del maíz más que se duplicó. Estados Unidos, principal productor mundial del grano, lo vende a México un 150% más caro. Por lo tanto, el precio de la tortilla, alimento básico de los mexicanos, se elevó abruptamente y provocó masivas protestas. Para muchos, fue el primer campanazo.

Lester Brown, director del Earth Policy Institute y ex funcionario de varios gobiernos estadounidenses, advirtió: «La cantidad de cereal que se necesita para llenar un tanque de 25 galones (casi 100 litros ) con etanol una sola vez alcanza para alimentar a una persona un año entero». Por eso –añadió- «la competición por los granos entre los 800 millones de automovilistas y los 2.000 millones de personas más pobres que hay en el mundo puede conducir a revueltas populares».

También en Argentina se sienten los altos precios del maíz en los bolsillos del consumidor. Se encareció la tierra y, por ende, subirán los costos de todos los sembrados.

La polémica está abierta. Los movimientos sociales lanzan voces de alerta y no son pocos los investigadores con visiones muy distintas a las planteadas por las petroleras ahora devenidas destiladoras del combustible verde. El periodista británico George Monbiot, por ejemplo, hizo cálculos y descubrió que «para mover solamente nuestros coches y autobuses con biodiesel se requerirían sembrar 25,9 millones de hectáreas. Sin embargo, existen en el Reino Unido solo 5,7 millones de hectáreas. Si esto sucediese en toda Europa, las consecuencias sobre el suministro de alimentos serían desastrosas».

Ricardo Mascheroni, investigador de la Universidad Nacional del Litoral, también hizo cálculos: «si hoy el mundo abandonara la quema de hidrocarburos y pasase a los biocumbustibles, se necesitarían plantar una cantidad de hectáreas equivalentes a varios planetas». El Ingeniero Miguel Baltanás, investigador superior del CONICET, apuntó además que para incorporar biodiesel en un porcentaje de tan sólo el 2%, «sería necesario emplear el 50% de la producción mundial de aceites vegetales». De esto podemos inferir –añade Marcheroni- que si el porcentaje fuera del 4% del total, deberíamos usar todos los aceites vegetales que se producen en el mundo. Entonces –se pregunta- ¿con qué haremos las papas fritas?

Pero lo que está en juego es mucho más que la fritura de papas, es una concepción sobre lo que vendrá: ¿business o alimentos para toda la humanidad? Lo cierto es que el negocio de las multinacionales amenaza con exterminar territorios alimentarios. Y por lógica consecuencia, habrá más hambre y más devastación ambiental. Porque además los biocombustibles, tal como están planteados, no mitigarán el cambio climático: «La combustión de biodiesel –nos señala el ingeniero Baltanás- produce más óxidos de nitrógeno, los que en la atmósfera producen un efecto invernadero 24 veces superior al de dióxido de carbono».

La conclusión a la que llegan entonces Mascheroni y otros es la siguiente: «¿En dónde vamos a producir alimentos, si tendremos que tapizar de soja, maíz y otros monocultivos hasta los canteros de las casas? Estamos frente a otra propuesta colonial de multinacionales que además de la soja, su aceite o el biodiesel que se exporta, se llevan el agua y los nutrientes del suelo y nos dejan la contaminación, la desertificación, la aniquilación de biodiversidad y la pérdida de calidad de vida. Un negocio redondo».

Imperialismo biológico

Miguel Angel Altieri, doctor en agroecología y profesor en la Universidad de Berkeley, California, considerada uno de las mayores de la investigación del medio ambiente en relación con los movimientos sociales, denunció qué hay detrás del ‘proyecto sobre biocombustibles. Señaló: «Los biocombustibles son una tragedia ecológica y social. Con su producción se creará un problema muy grande de soberanía alimentaria, ya que hay miles de hectáreas de soja, caña de azúcar y palma africana que se van a expandir, lo que va a producir una deforestación masiva. Esto ya está pasando en Colombia y en el Amazonas. Además va a aumentar la escala de producción de monocultivos mecanizados, con altas dosis de fertilizantes y específicamente Atrazina, que es un herbicida muy nocivo con irrupción endocrina.

El desarrollo de los biocombustibles no tiene ningún sentido energético, ya que todos los estudios que se han hecho demuestran que se necesita más petróleo para fabricar biocombustible. Por ejemplo, en el caso del etanol de maíz se necesitan 1,3 kilocalorías de petróleo para producir una kilocaloría de bioetanol.

Estamos ante el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios. Se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras, biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas instituciones conservacionistas que van a decidir cuáles van a ser los grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina.

Para que Estados Unidos produzca todo el etanol que necesita para reemplazar su petróleo, debería cultivar seis veces su superficie. Entonces, está claro que lo van a hacer en los países de América Latina y, de hecho, ya están en camino. Se trata de un imperialismo biológico».

Las abejas y el medio ambiente

La polinización es, con mucho, el servicio más importante que nos prestan estos insectos

Jesús Pérez Gómez

El Ecologista

Varios factores, entre los que destacan la climatología adversa y el uso de pesticidas prohibidos en otros países de nuestro entorno, han ocasionado en España una fuerte mortandad de las abejas. Además de las pérdidas en la producción de miel y otros productos apícolas, la principal consecuencia de esta fuerte reducción del número de abejas es la escasa polinización tanto de cultivos como de especies silvestres, lo que tiene nefastas repercusiones económicas en muchos cultivos y en cuanto a la biodiversidad de nuestros montes.

A lo largo de la historia la relación de las abejas con la humanidad ha sido muy fructífera, sobre todo para nosotros. Los primeros indicios en la Península Ibérica se recogen en la Cueva de la Araña (Valencia) hace más de 8.000 años, donde aparece pintada una mujer con un cesto recogiendo panales silvestres, con algunas abejas volando a su alrededor, y a un adolescente que sube con otro cesto a la espalda para ayudar. También es conocido el uso de los productos de las colmenas en el antiguo Egipto, volvemos a encontrarlo citado en las tablillas de Sumer y en las pinturas de las tumbas y templos egipcios de hace unos 4.000 años.

En nuestros días se va pasando del uso casi exclusivo de la miel como ayuda contra catarros y procesos gastrointestinales al descubrimiento de otros productos de las colmenas, que no por más desconocidos tienen menos importancia en sus usos medicinales o curativos: el polen como complemento nutricional, la jalea real, el propóleo (ese gran antiséptico natural), la cera y el veneno de abeja. Hoy podemos hablar de un gran futuro en apiterapia y cosmética natural para estos productos.

El verdadero valor de las abejas: la polinización

Pero si queremos apreciar verdaderamente la importancia de las abejas no podemos quedarnos en valorar los productos que extraemos de las colmenas y olvidarnos de lo que realmente es su valor fundamental, la polinización. De las aproximadamente 9.000 plantas diferentes que hay en la Península Ibérica las abejas visitan no más de 300, unas para recoger néctar, otras para recoger polen y otras para recoger propóleos.

Para estimar en su justa medida el trabajo de polinización de las abejas debemos decir que para conseguir una carga de néctar de su buche una abeja necesita visitar entre 1.000 y 1.500 flores, pudiendo hacer una media de 10 viajes diarios. Si consideramos una colmena media de 50.000 pecoreadoras, durante una floración de 20 días habrán visitado mil millones de flores. Para conseguir un kilo de polen, se necesitan aproximadamente 60.000 viajes.

En términos crematísticos, en 1983 la CE valoró en 6.500 millones de euros el valor producido por las abejas a través del incremento de las producciones agrarias. La FAO ya estableció en los años ochenta un valor económico de la polinización estimado en 20 veces el valor comercial de los productos obtenidos de la colmena.

En diferentes estudios realizados en Francia, Italia y Estados Unidos para los principales cultivos se ha llegado a establecer la incidencia económica de los insectos en general y de las abejas en particular, considerando como valor ampliamente aceptado que las abejas representan el 85% de la fauna polinizadora de las plantas cultivadas. En experiencias realizadas en Norteamérica se han alcanzado aumentos del 600% en la producción de plantaciones de cerezos por la introducción de colmenas en estos cultivos.

Aunque no disponemos de estudios, podemos extrapolar estos datos relativos a cultivos a los entornos naturales ya que, como todos conocemos, son los néctares de las plantas silvestres los que forman parte muy mayoritariamente de las mieles que habitualmente consumimos.

En Estados Unidos se ha reducido notablemente la cabaña apícola en los últimos 50 años, pero hay un retroceso más acusado en la última década debido a la varroosis, enfermedad de la que hablaremos más abajo. Los agricultores buscan desesperadamente a los apicultores para polinizar las grandes extensiones de almendros de California, donde se estima que son necesarias más de un millón de colmenas cada año. En Florida pasa otro tanto con los cítricos, ya que tienen muy claro que las abejas pueden mejorar hasta un 60% la producción cada año.

En la Comunidad Valenciana, sin embargo, se sigue prohibiendo la instalación de colmenas en las plantaciones de cítricos, como consecuencia de la mala planificación en las plantaciones de los mismos.

Llega la varroosis

A mediados de los años ochenta llega a nuestras colmenas una nueva enfermedad, la varroosis, producida por un ácaro de unos 2 mm de tamaño que se reproduce en las mismas celdillas donde nacen las larvas de abejas, impidiendo su normal desarrollo, produciendo malformaciones en su metamorfosis, además de favorecer la propagación de diversas enfermedades víricas. La consecuencia de esta enfermedad es la muerte de las colmenas en un periodo inferior a 12 meses si no se tratan convenientemente.

La varroosis es un problema muy grave para los apicultores, pero no sólo para ellos. La llegada de esta enfermedad ha supuesto la desaparición de todos los enjambres naturales que vivían en troncos huecos, cavidades de rocas, etc., lo que ha supuesto la desaparición de un gran número de colmenas silvestres que cumplían una importante función polinizadora en nuestros montes y espacios naturales.

En estos momentos institutos de investigación como el IBRA en Gran Bretaña están realizando campañas para la conservación de los polinizadores silvestres, abejas, abejorros, etc., con la protección de la flora silvestre de los bordes de los caminos y los setos de división de los campos de cultivo. Al mismo tiempo, se promociona la utilización de pequeñas colmenas para abejorros con la publicación de libros donde se explica su construcción y uso.

En nuestro país ya existe alguna experiencia pionera en la instalación de colmenas en jardines públicos en la ciudad de Alcoy y en Parques Naturales de Valencia para ayudar a la polinización de la flora silvestre.

Prohibidos en Francia, permitidos en España

En 1999 un estudio sobre la producción de miel de girasol en el oeste de Francia realizado por la Cooperativa France Miel, mostró una caída del 50% en la producción de este tipo de miel desde el año 1994. Este descenso coincide con la puesta en el mercado del insecticida sistémico Gaucho, en 1993, cuya molécula activa es el imidacloprid, que se usaba para el tratamiento de semillas de girasol y maíz. Tras su prohibición en 1999 fue sustituido por el producto comercial Regent cuya molécula activa es el fipronil. Este descenso de producción se acrecentó con el aumento de las superficies tratadas.

Estas moléculas son productos que actúan sobre el sistema nervioso central y tienen un fuerte poder insecticida. Los síntomas que se detectaron en las colmenas de abejas eran el despoblamiento de las mismas por la muerte de las pecoreadoras en los campos de cultivo y la desorientación de las abejas, lo que les impedía la vuelta a sus colmenas, y finalizando con la muerte de las colmenas en poco tiempo.

Otro dato preocupante es la permanencia de estos productos en el suelo. Se ha llegado a detectar estas sustancias dos años después de su utilización en los cultivos. El problema no es sólo para las abejas, sino también para la rica –e importante– fauna de los suelos.

Para el Dr. Colin del Laboratorio de Patología Comparada de la Universidad de Montpelier «el procedimiento de recubrir semillas con un insecticida supone un grave problema para el medio a causa de la dispersión de moléculas altamente tóxicas en agua, aire y tierra. Pero incluso, este riesgo se extiende a las personas que podrían encontrar estas toxinas en la leche de los animales alimentados con silos de maíz Regent o en el agua de riego o de consumo»·.

Ya en España, desde Galicia –diciembre de 2004– se denunciaba la desaparición de abejas de las colmenas por el uso masivo en pequeñas parcelas de cultivos hortícolas y frutícolas de Confidor, cuya molécula activa es, como en el caso del Gaucho, el imidacloprid. Este problema no ocurría en las colmenas de zonas de montaña.

En 2005 la mortandad se ha extendido por grandes zonas del Estado español: se ha denunciado la pérdida de entre el 40% y el 50% de las colmenas de muchos apicultores (en algunos casos las bajas son aún mayores), y hasta el momento se está hablando de la posibilidad de una enfermedad multifactorial sin tener muy claro cual es la causa real de este gravísimo problema.

El uso de los pesticidas antes comentados no está prohibido en España, y se van teniendo cada vez más datos de su uso en el tratamiento de semillas. Por eso no es de extrañar que, en marzo pasado, las organizaciones agrarias se manifestaran delante del Ministerio de Agricultura para, entre otras cuestiones, denunciar una mortalidad significativa de la cabaña apícola y despoblamiento de las colmenas con mayor incidencia en determinados territorios. Aunque todo parece indicar que esta mortandad no responde a una única etiología y sí a una confluencia de factores –climatología muy adversa de esta última temporada, con temperaturas extremas y escasas lluvias, uso de determinados insecticidas sistémicos, patologías, desarrollo de resistencias de los patógenos frente a determinadas moléculas farmacológicas, etc.– se exigía el estudio de la incidencia de algunos fitosanitarios sistémicos sobre esta grave situación al objeto de restringir o prohibir su uso.

Y, al mismo tiempo, esta concentración pretendía transmitir a la sociedad la imprescindible labor medioambiental que desempeña la cabaña apícola en el mantenimiento de la biodiversidad, del equilibrio ecológico y su aportación en la producción final agraria mediante la polinización que realizan las abejas en el medio natural. La apicultura es una actividad imprescindible y necesaria.

Según comentaba el responsable del Sector Apícola de COAG, «sin la presencia de apicultores no podría desarrollarse la polinización entomófila que si bien debería ser llevada a cabo por otros insectos, como consecuencia de la presión demográfica y por la ejercida por el propio hombre, queda casi en exclusividad en manos de la cabaña apícola mantenida a su vez por los apicultores. El principal producto de las colmenas es la polinización, la cual es imprescindible para el mantenimiento de la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas. La miel puede importarse, pero la polinización no».

Para terminar, como hemos podido ir viendo, las abejas son un magnífico indicador de la salud medioambiental. Su salud y desarrollo dependen del cuidado que realicemos de nuestro entorno natural. Las abejas seguirán siendo imprescindibles para la polinización de cultivos y de las plantas silvestres. En nuestras manos está el acabar con las agresiones que en estos momentos sufren y sólo con el desarrollo de una agricultura, una ganadería y una industria más respetuosas con el medio ambiente podremos conseguirlo.

Jesús Pérez Gómez es apicultor y miembro de Ecologistas en Acción

“LOS BIOCOMBUSTIBLES SON UN MODO DE IMPERIALISMO BIOLÓGICO»

Por Roberto Aguirre | Redacción de APM

El especialista en agroecología conversó con APM sobre la actualidad de América Latina. Criticó duramente el desarrollo del etanol y destacó el rol de los movimientos sociales en la lucha por la soberanía alimentaria.

El doctor Miguel Angel Altieri es uno de los mayores referentes de la agroecología en el mundo. Nacido en Chile y actualmente dictando clases en la Universidad de Berkeley, en California, el especialista define a esta disciplina como una ciencia que plantea un nuevo paradigma científico para el desarrollo de la agricultura, que rechaza la dependencia de agrotóxicos y el uso de transgénicos, y rescata los saberes tradicionales de los campesinos.

En ocasión del Seminario de Agroecología realizado en la ciudad de La Plata, Argentina, auspiciado por el Instituto para la Pequeña Agricultura Familiar de la región pampeana (IPAF Pampeana) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata, Miguel Altieri ofreció una conferencia donde explicó el desarrollo de su modelo. APM pudo conversar con el académico sobre temas vinculados a la realidad latinoamericana.

Con la visita del presidente de Estados Unidos, George Bush, a América Latina, más específicamente a Brasil, se desató una polémica alrededor de la viabilidad del desarrollo de los biocombustibles. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Los biocombustibles son una tragedia ecológica y social. Con su producción se creará un problema muy grande de soberanía alimentaria, ya que hay miles de hectáreas de soja, caña de azúcar y palma africana que se van a expandir, lo que va a producir una deforestación masiva muy grande. Esto ya está pasando en Colombia y en el Amazonas de Brasil. Además va a aumentar la escala de producción de monocultivos mecanizados, con altas dosis de fertilizantes y específicamente Atrazina, que es un herbicida muy nocivo con irrupción endocrina. Digamos que los problemas de la agricultura industrial se potenciarán de una forma tremenda.

Por otra parte, el desarrollo de los biocombustibles no tiene ningún sentido energético, ya que todos los estudios que se han hecho demuestran que se necesita más petróleo para fabricar biocombustible. Por ejemplo, en el caso del etanol de maíz se necesitan 1,3 kilocalorías de petróleo para producir una kilocaloría de bioetanol. Esto no tiene ningún sentido. Lo que está ocurriendo, básicamente, es el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios. Aquí se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras, biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas instituciones conservacionistas. Entonces, hay un conglomerado que va a decidir junto a China, debido a su demanda de soja, cuáles van a ser los grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina. Yo creo que en ese sentido tenemos que tener mucho cuidado de que nuestros gobiernos, a pesar de que quieran utilizar esta oportunidad, prioricen la soberanía alimentaria como un elemento de desarrollo estratégico.

Por estos días trascendieron estudios que confirman que en Estados Unidos y la Unión Europea (UE) no alcanzan las tierras para cumplir con las metas impuestas de desarrollo de biocombustibles. Esto implica que ya se tomó una decisión: América Latina y los países del tercer mundo son los que proveerán los recursos necesarios…

Cito sólo un ejemplo. Para que Estados Unidos produzca todo el etanol que necesita para reemplazar su petróleo, debería cultivar seis veces su superficie. Entonces, está claro que lo van a hacer en los países de América Latina y, de hecho, ya están en camino; ese fue el convenio que firmó Bush con Lula (Da Silva) y esos son los mercados que van a dictar qué se va a empezar a producir.

¿Estamos ante una nueva forma de colonialismo?

Totalmente, es un imperialismo biológico. Pero también nosotros, como países, tendríamos que tener la dignidad suficiente para meternos en este negocio, privilegiando la soberanía alimentaria: la tierra que sobre, la destinaremos a los biocombustibles. Tiene que haber decisiones importantes porque es demasiado lo que está en juego.

En su disertación usted planteaba que la agroecología tiene una dimensión política, y que su desarrollo debe darse desde los propios movimientos campesinos ¿Concibe la agroecología como herramienta de cambio social?

Los movimientos campesinos y los movimientos sociales rurales han aceptado la agroecología, no es que la agroecología los haya aceptado a ellos. Igualmente, han reconocido a la agroecología como un medio fundamental para alcanzar la soberanía alimentaría. Ellos ven que la propuesta agroecológica es muy compatible con su discurso porque es una ciencia y tecnología socialmente activante que permite y fomenta la participación social. Es una ciencia que no está en contra de la racionalidad campesina sino que se construye sobre el conocimiento campesino, opuestamente al paradigma tradicional que destruye el conocimiento campesino.

Por otro lado la agroecología es un recurso económicamente sustentable porque se basa en la utilización de recursos locales, que le permite desarrollar una propuesta mucho más barata y no dependiente. También es ambientalmente sana, porque no pretende modificar el ecosistema campesino, sino que intenta optimizarlo, a diferencia de la agricultura tradicional que tiende a destruirlo. La mayoría de los movimientos sociales ve a la agroecología como una ciencia, que provee las bases científicas para una transformación de la agricultura, pero comprometida con una agenda de desarrollo social y sustentable muy clara, o sea, socialmente justa, que contempla la reforma agraria, el protagonista de los campesinos y el respeto por las culturas. Por eso, los movimientos campesinos han visto que la agroecololgia ofrece una herramienta muy importante, y que es compatible con sus objetivos de soberanía alimentaria.

Así como destacó el rol de los movimientos sociales, usted hizo hincapié en que la vía institucional tendría limitaciones para el desarrollo de un modelo agroecológico.

Sí, tiene limitaciones porque las instituciones, sobre todo del Estado, sufren los vaivenes políticos y no tienen continuidad en los programas. Entonces no podemos pensar que el futuro de la agroecología va a quedar en la mano de decisiones políticas que son cambiantes. Por eso tenemos que dotar de poder a las comunidades rurales para que reproduzcan ese modelo.

Pero aquellos procesos institucionales más abiertos, pueden ser usados por las agrupaciones campesinas para arrancar con un proyecto.

Sí, hay varios espacios abiertos, y creo que hay que utilizarlos y apoyarlos, pero también las organizaciones campesinas tienen que tener un rol más activo, no tan pasivo.

Pensando a los movimientos sociales como los verdaderos actores de la agroecología, que usted definió como una «revolución latinoamericana», ¿por qué cree que la mayoría de los movimientos sociales en América Latina están ligados a la agroecología como modelo de lucha?

Sucede que la mayor parte de la pobreza tiene origen rural, las grandes masas de pobres en las ciudades son, en su mayoría, campesinos que han sido desplazados. Por otro lado, hoy en día por la agricultura están pasando todos los problemas fundamentales de la humanidad: pasa el problema energético, el de la seguridad alimentaria y el de la salud. Los movimientos sociales observan esto y ven que la agroecología les da una fortaleza desde muchos lugares. Y esto también ocurre en los espacios urbanos, donde la gente se está dando cuenta que la calidad de vida de ellos depende de la calidad de la agricultura. En este sentido, la gente sabe que si compra McDonald´s, compra un tipo de agricultura que daña su salud, mientras que si compra en los mercados locales, además de apoyar a los pequeños agricultores, reciben alimentos sanos y biodiversidad.

Dasani: ¿Agua o veneno? La bebida de Coca Cola en la mira

Carlos Machado

Ecoportal.net

Al iniciarse el siglo XXI, la empresa Coca Cola encontró una nueva veta para generar más ingresos a su favor, habida cuenta del descenso en los índices financieros que le dejaba la que había sido su gran estrella por varias décadas, la bebida gaseosa homónima, y la deslucida performance de su intento con la naranjada Fanta. Se trata del agua Dasani en sus dos versiones, sin gas y gasificada, a las que posteriormente se sumaron las saborizadas –citrus, durazno y limón- también en las dos versiones: sin gas y «finamente gasificada», como se lee en sus etiquetas.

Sin embargo, al comenzar el año 2004 la transnacional recibió un duro golpe, si bien resultó más duro el que la firma propinó a los usuarios que habían empezado a consumir en todo el mundo el nuevo producto, como veremos. En marzo de ese año, dos meses después de su lanzamiento en Gran Bretaña, la Coca Cola debió retirar del mercado alrededor de 500.000 botellas del líquido, el principio del fin para Dasani al menos en Europa, ya que, tras caer en desgracia luego de dejar de ser comercializada en todo el Reino Unido, rápidamente siguió el mismo camino en el resto del continente, al prohibir la Unión Europea su venta en todos los países asociados, generándose un impresionante impacto social y mediático.

El diario británico The Independent había denunciado por entonces que esa bebida era simplemente «agua de grifo proveniente del río Támesis» que la planta de Coca Cola en la ciudad de Sidcup, al sureste de Inglaterra, se dedicaba a procesar, embotellar y vender. Concretamente, que la bebida que Coca Cola comercializaba como agua «pura» no provenía de manantiales ni de otras fuentes naturales, sino directamente de la canilla.

Esa denuncia, de por sí, era bastante impactante, pero lo peor llegó dos semanas después de haberse publicado la misma, al confirmarse además que Dasani tenía el doble de bromato que lo permitido, conteniendo de esa manera sustancias cancerígenas, por lo que resultaba especialmente peligrosa si era bebida en grandes cantidades. Ello como consecuencia del tratamiento que a esa agua de canilla se le hizo con productos químicos, a fin de hacerla pasar como «mineralizada» y competir así en el mercado con las verdaderas aguas minerales. Como se dijo, los planes de Coca Cola para expandirse hacia otros países europeos fueron cancelados de inmediato, pero las malas noticias para la multinacional no terminaron allí.

El diario británico The Guardian publicó, en su edición del 20 de marzo de 2004, que la inspección de Agua Potable, organismo que regula el suministro del agua pública en Inglaterra y Gales, había confirmado que el chequeo del agua que llegaba del Támesis a la planta de Coca Cola en Sidcup había arrojado que la misma no contenía bromato. Pero todo quedó claro al revelarse que el peligroso químico se generaba en alguna parte del proceso de tratamiento que la empresa le realizaba al agua en su planta procesadora. Explicándole a sus lectores el «modus operandi» de Coca Cola para crear Dasani, el diario The Guardian señaló: «Sería algo así: tome agua del río Támesis de la canilla en la fábrica en Sidcup; sométala a un proceso de purificación y denomínela ‘pura’; agregue un poco de cloruro de calcio que contenga bromuro, para darle el ‘sabor’; luego bombee ozono, oxidando el bromuro, lo cual no es un problema, convirtiéndolo en bromato, que sí lo es. Por último, envíe a los comercios botellas de agua que contengan hasta el doble del límite legal de bromato, que es de 10 microgramos por litro».

Y ésa es la cuestión, como dijo el trágico Hamlet. El agua de canilla Dasani, a la que se encubre como «pura», contiene el doble de bromato permitido para el consumo humano.

Dasani que no has de beber…

Antes de ser lanzada en Gran Bretaña, Dasani se estrenó en 1999 en Estados Unidos y al año siguiente en Canadá. En América del Sur, apareció en Brasil en el 2003, en Chile y Colombia en el 2005 y en Argentina y Uruguay a comienzos del 2006, entre otros países latinoamericanos desde el Río Bravo hacia abajo.

Precisamente, la respuesta de Coca Cola al desastre de Dasani en el Reino Unido fue redoblar agresivamente la apuesta y proseguir con sus planes en Latinoamérica para comercializar su nueva estrella, aprovechando el escaso control técnico de los organismos estatales de los países de la región sobre los procesos internos de las grandes compañías multinacionales. Y muy probablemente también aprovechando la perenne corruptela imperante en los países latinoamericanos, en especial el hecho de «mirar para otro lado» cuando hay un buen puñado de dólares al alcance de la mano, además de otros aspectos innatos de su idiosincrasia, como la desidia y la indolencia.

Lo cierto también, además de preocupante, es que los análisis que se realizan difícilmente reflejan índices de bromato o lo hacen en pequeñas cantidades. Ello se debe a que el análisis de los valores del bromato requiere de un sofisticado procedimiento de cromatografía mediante espectrómetros de plasma y masa, procedimiento que resulta muy caro y que no está disponible en todos los países.

Así y todo, el efecto cancerígeno del bromato de potasio fue reconocido por la Agencia Internacional de Investigación para el Cáncer, en tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO sus siglas en inglés), entidades de las Naciones Unidas, declararon a ese aditivo mineral como «genotóxico carcinogénico» asociado al cáncer. Concretamente el bromato de potasio, que es un poderoso oxidante, además de muy peligroso de manipular ya que puede inflamarse, produce cáncer y en consecuencia fue prohibido en la mayoría de los países donde sus gobiernos protegen, real y efectivamente, a su población, como es el caso de Gran Bretaña y el resto de la Unión Europea.

Y el bromato fue prohibido porque a través de pruebas de laboratorio se comprobó que tiene acción nefrotóxica, carcinogénica y mutagénica. La prohibición de su uso se debe a dos razones complementarias: una es la acción de corto plazo, que puede ocasionar intoxicaciones graves por sobredosis e incluso causar la muerte; la otra es una acción de largo plazo que puede causar daños renales irreversibles, cáncer y mutaciones genéticas. Lo más grave de estas últimas acciones es que son acumulativas, o sea que el bromato de potasio permanece en los cuerpos acumulándose, sin que pueda ser eliminado. Por si fuera poco, una intoxicación con ese aditivo puede afectar también el sistema nervioso periférico, ocasionar graves polineuritis –dolores intensos en brazos, piernas y hasta imposibilidad de caminar-, y perjudicar al nervio auditivo ocasionando desde severas hipoacusias hasta la sordera definitiva, resultando especialmente sensibles a estos efectos los niños intoxicados.

El gran negocio

En estos momentos, el sector de agua embotellada es uno de los que está creciendo más rápidamente en todo el mundo. En general, las fábricas de bebidas gaseosas y refrescos toman agua del mismo sistema de donde se abastece la población, sea municipal, privado u otro. En muchos casos, además del de Coca Cola, el agua es procesada con químicos, luego se le agrega un «paquete» de minerales y a ese resultado se le llama «agua mineral». Gracias a esta manipulación, las compañías del sector aumentan el precio del agua de cañería más de mil veces y la venden embotellada.

En muchos países –se han visto informaciones y blogs provenientes de varias regiones- la población ha comenzado a resistirse a ese sistema, al que han definido como «el agua para los ricos».

En este aspecto, fue notorio el amplio despliegue promocional que Coca Cola para su nueva estrella Dasani realizó a lo largo del año 2006 en la Argentina, principalmente en ámbitos sofisticados y «fashion», donde aparecen personajes del jet-set que, como insistentes «figurettis», se muestran en cuanto evento sea posible para promocionarse ellos mismos y saltar a las revistas «especializadas» sin importarles en realidad si se trata del lanzamiento de una línea de ropa, una esponja o una nueva gaseosa, y menos aún cómo está fabricada la misma. Lo cual captan muy bien las multinacionales, que algo conocen de la psicología de los utilizables buscones mediáticos, sabiendo que no van a husmear para nada en lo que hace a la fabricación del producto.

Es así como vimos a Dasani presente, entre otros eventos, en la muestra fotográfica de Henry von Wartenberg en el Buenos Aires Fashion 2006; en la temporada invernal de Las Leñas, donde instaló dos reductos en distintos puntos de elevación hacia las pistas de esquí con mesas, sombrillas y espacios cubiertos para comer y disfrutar del paisaje, la música y, por supuesto, de Dasani; en la Feria Puro Diseño 2006; en el Fashion Buenos Aires 2006, donde casualmente se expusieron fotografías de Charlie Mainardi inspiradas en la temática «El agua y la ciudad» y donde los asistentes podían informarse sobre «los beneficios que ‘Dasani Active’ y ‘Dasani Balance’ brindan al organismo»; y en el torneo de Beach Polo realizado en las exclusivas playas de Pinamar y Cariló.

Dejando el mundo «fashion» y volviendo al otro extremo del espectro social, pudo saberse que en abril de 2005 varias organizaciones no gubernamentales mexicanas denunciaron que Coca Cola, entre otras empresas privadas, buscaba adueñarse de los recursos hídricos en el estado de Chiapas, principal zona de recarga de agua del país. Así lo reflejó el diario mexicano La Jornada, al señalar que «empresas privadas como Coca Cola buscan controlar las fuentes del líquido y expanden su presencia con pretextos como la construcción de escuelas para llegar a las comunidades donde adquieren los predios con cuerpos de agua».

El mercado del agua embotellada mueve hoy aproximadamente 22 mil millones de dólares anuales, y las principales multinacionales que se reparten ese mercado son, además de Coca Cola, Nestlé y Danone. Un investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Gian Carlo Delgado, sostiene que «Nestlé opera en 130 países con dos marcas globales, cinco internacionales y setenta locales, acaparando el 17 por ciento del valor del mercado mundial de agua envasada, sin incluir las sociedades adquiridas en 2003».

También los investigadores canadienses Maude Barlow y Tony Clarke, por su parte, afirman que una cuarta parte del agua embotellada que se vende es tomada directamente de la canilla y luego procesada. Los mismos investigadores citan además a un ex CEO de Perrier –a juicio personal la mejor soda del mundo durante décadas, hasta que la compró Nestlé-, quien señaló: «Todo lo que se tiene que hacer es sacar el agua a la superficie y luego venderla por más de lo que cuesta el vino, la leche o incluso el petróleo».

Final con dudas

En la Argentina, además de haber aparecido Dasani lanzada por Coca Cola, compiten precisamente aguas embotelladas de las otras multinacionales mencionadas: Villa del Sur y Villavicencio, de Danone, y Eco de los Andes, Nestlé y Glaciar, de Nestlé. En varios de esos envases ya no figura, como era costumbre en otros tiempos, el listado y cantidad de los minerales que contiene; y en otras (aunque cuesta) solamente se lee –siempre con letra tan empequeñecida que los consumidores seguramente evitarán observarla- nada más que el párrafo: «Envasada en su planta embotelladora», dando como dirección de la misma un establecimiento ubicado en el Gran Buenos Aires, donde obviamente no existen manantiales ni fuentes naturales. Sólo agua de la canilla.

Obviamente, Coca Cola ha publicado solicitadas y su Directora de Comunicaciones para la Argentina, María Marta Llosa, ha enviado varios correos electrónicos donde, en un lenguaje convenientemente trabado y enredado -cosa que no explique mucho o no explique lo inexplicable- trata de desmentir sin poder hacerlo lo de «agua de la canilla» y, más aún, que Dasani no posee sustancias cancerígenas, sin fundamentar esto ni informar de dónde obtienen el agua. Por lo que al menos las dudas se mantienen, máxime cuando han circulado cada vez más informaciones e investigaciones a través de, entre otros, medios como los diarios británicos The Independent y The Guardian, el sitio Democracy Now (EE.UU.), los diarios mexicanos La Jornada y El Universal, los sitios ElMundoSalud.com (España), la Red Amigos de la Tierra, las agencias de noticias EFE, Reuters, IBL News, etc.

Por otra parte, uno no puede dejar de pensar en lo que están pasando desde hace varios meses miles de habitantes, en el Gran Buenos Aires, de las zonas de Ezeiza y el partido de Esteban Echeverría en general, donde no pueden consumir el agua natural por estar aparentemente contaminada con uranio, que supera en mucho los microgramos tolerados por el cuerpo humano, debido a una fuga del mineral en los desprolijos vertederos de la cercana Central Atómica Ezeiza. Esos pobladores, en consecuencia, hace tiempo que se ven obligados a consumir agua embotellada, con los gastos que ello les origina.

A la luz de lo que contienen aguas como Dasani y seguramente otras de la competencia, habida cuenta de su forma de procesar y «mineralizar» agua de canilla, podría inferirse que los pobladores de esa zona están saltando de la sartén al fuego.

En cuanto a los consumidores en general, tanto de la Argentina como de cualquier lugar del mundo donde Coca Cola logró instalar su nuevo producto, ojalá puedan llegar a saber a qué atenerse.

Un artículo de The Economist considera que convertir alimentos en combustible tendrá efectos devastadores en los mas pobres

Granma

Algunos fragmentos de materiales aparecidos en The Economist, y en las publicaciones norteamericanas The New York Times y Foreing Affairs, esta misma semana, coinciden con los argumentos de Fidel Castro acerca de lo irracional de la política de la administración Bush de convertir los alimentos en combustibles

Algunos fragmentos de materiales aparecidos en The Economist, y en las publicaciones norteamericanas The New York Times y Foreing Affairs, esta misma semana, coinciden con los argumentos de Fidel Castro acerca de lo irracional de la política de la administración Bush de convertir los alimentos en combustibles.

«The Economist. Castro tenía razón

No muchas veces este periódico está de acuerdo con Fidel Castro. Pero cuando se levantó de la cama de convaleciente la semana pasada para escribir un artículo criticando el entusiasmo malsano de George Bush por el etanol, tenía razón. Junto con otras críticas acerca de la campaña americana sobre este, el Sr. Castro advirtió contra la «siniestra idea de convertir alimentos en combustible». La utilización del maíz en Estados Unidos para producir el biocombustible etanol, que luego puede mezclarse con la gasolina para reducir la dependencia del país del petróleo extranjero, ya ha hecho subir el precio del maíz. Como se emplea más tierra para cultivar maíz y no otros cultivos alimentarios tales como la soya, sus precios también se elevan. Y como el maíz se utiliza para alimentar a los animales, el precio de la carne aumenta también. En otras palabras, el suministro de alimento se está desviando para alimentar a los hambrientos automóviles americanos.

El etanol no se usa mucho en Europa, pero es un aditivo al combustible en Estados Unidos, y cada vez más autos pueden utilizar gasolina o etanol, el que dio cuenta de solo alrededor del 3,5 por ciento del consumo de combustible en Estados Unidos el año pasado, pero la producción está creciendo al 25 por ciento anualmente. Esto se debe a que el gobierno subsidia la producción nacional y penaliza las importaciones. Como resultado, están proliferando las refinerías como hongos por toda la región central, que actualmente se visualiza como la Texas del combustible verde.

¿Por qué está tan generoso el gobierno? Porque el etanol es prácticamente la única iniciativa de energía alternativa que tiene amplio apoyo político. A los granjeros les agrada esto porque proporciona una nueva fuente de subsidios; a los partidarios de línea dura, porque ofrece la posibilidad de que Estados Unidos pueda separarse del petróleo del Medio Oriente; a la industria automotriz, porque considera que el cambio a combustible verde excluiría los autos de las presiones por el calentamiento global; a la industria petrolera, porque el uso del etanol como aditivo al combustible significa negocio como de costumbre, al menos por el momento; a los políticos, porque mediante el subsidio puede complacer a los electores potenciales. Al parecer, los que pagan impuestos no se han percatado de que son los que pagan la cuenta. (The Economist, Gran Bretaña, 7 de abril de 2007).»

«The New York Times: Las consecuencias del maíz.

Ya en estos momentos la mayoría de los agricultores conocen lo que van a sembrar esta primavera. En todo el país la respuesta es la misma: maíz, maíz, maíz. Las cifras son sorprendentes. Los agricultores cosecharán unos 90.5 millones de acres de maíz este año —12 millones más que el año pasado y la mayor cantidad vista desde 1944. Los acres dedicados al cultivo de la soya se han reducido en más de un 10 por ciento y se han producido disminuciones similares en el cultivo del trigo y el algodón. La razón para este trascendental cambio es, naturalmente, el auge del etanol y la creciente demanda de maíz que ello ha creado.

Si solo fuese cuestión de cambiar la proporción en cuanto a la cantidad de acres ya sembrados —más maíz, menos trigo— podría encontrarse un punto de equilibrio económico dentro de poco. El verdadero problema surge en lo que lo rodea. Este auge que tiene lugar en el cultivo del maíz constituye un elemento de presión para la tierra que ha sido destinada al Programa de Reserva y Conservación del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Desde mediados del decenio de 1980, los agricultores han dedicado unos 37 millones de acres de tierra cultivable a este programa. Se trata de tierra que ha sido devuelta a la naturaleza y está en correspondencia con lo que los estadounidenses pagan mediante la Ley Agrícola de los Estados Unidos. La mayor parte de esta tierra no es adecuada para los cultivos —demasiado accidentada, demasiado húmeda, demasiado valiosa como hábitat de la vida silvestre— pero cuando los precios del maíz son tan elevados como en estos momentos, la idea relativa a lo conveniente cambia con rapidez.

Los grupos interesados en la cuestión agrícola comenzaron a instar al Departamento de Agricultura a liberar parte de esta tierra de la reserva, de modo que los agricultores pudieran dedicarlas a la producción de maíz. La USDA ha suspendido temporalmente las nuevas inscripciones en el programa y aunque probablemente no libere tierra alguna este año, la presión para que lo haga aumentará.

Por mucho que nos guste la idea de la producción de etanol —y en particular la posibilidad de etanol celulósico, de otras fuentes que no sean el maíz— sería un error trágico echar por la borda veinte años de conservación a partir de la agricultura por obtener ganancias a corto plazo. El etanol obtenido del maíz solo sustituirá una pequeña parte del petróleo que utilizamos, y si lo hace al precio de una nueva demanda desproporcionada de tierras cultivables, entonces habremos perdido mucho más en cuanto a conservación que lo que ganaremos en términos de independencia energética. (Editorial de The New York Times, Estados Unidos, 5 de abril de 2007)»

«Foreign Affairs. Matar de inanición a los hambrientos.

Por C. Ford Runge y Benjamín Senauer

Los biocombustibles pudieran tener efectos todavía más devastadores en el resto del mundo, sobre todo en los precios de los alimentos básicos. Si el precio del petróleo se mantiene elevado —lo que es probable— las personas más vulnerables a las subidas de precio provocadas por la fiebre de los biocombustibles serán las de los países afectados por la escasez de alimentos y de importaciones de petróleo. El riesgo es común para una buena parte del mundo subdesarrollado: en el 2005, según datos de la FAO, la mayoría de los 82 países de bajos ingresos afectados por el déficit de alimentos también constituyen importadores netos de petróleo.

Incluso los grandes exportadores de petróleo que invierten sus petrodólares en la compra de alimentos, como México, no pueden eludir las consecuencias de los incrementos de los precios de los alimentos. A finales del 2006, el precio de la harina para elaborar tortillas en México, que recibe el 80 por ciento de sus importaciones de maíz de los Estados Unidos, se duplicó en parte a causa del aumento de los precios del maíz estadounidense de 2.80 a 4.20 dólares la fanega en los últimos meses. (Los precios se elevaron pese a que las tortillas se elaboran fundamentalmente con el maíz blanco que se cultiva en México porque los consumidores industriales del maíz amarillo importado, que se emplea en la elaboración de piensos y alimentos procesados, comenzaron a comprar la variedad blanca más barata.) El repentino aumento se exacerbó a causa de la especulación y el acaparamiento.

Puesto que alrededor de la mitad de los 107 millones de mexicanos viven en la pobreza y tienen en las tortillas su principal fuente de calorías, las protestas no se hicieron esperar…

El Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), en Washington, D.C., ha presentado estimados aleccionadores sobre la posible repercusión internacional de la creciente demanda de biocombustibles. Mark Rosegrant, director de una de las divisiones del IFPRI, y sus colegas prevén que en vista de que los precios del petróleo continúan aumentando, el crecimiento vertiginoso de la producción de biocombustibles elevará los precios del maíz en un 20 por ciento para el 2010 y en un 41 por ciento para 2020. Se pronostica de igual modo que los precios de las semillas oleaginosas, entre las que se incluyen la soya, la colza y el girasol, aumenten en un 26 por ciento para el 2010 y en un 76 por ciento para el 2020, y los precios del trigo en un 11 y en un 30 por ciento para el 2010 y el 2020, respectivamente. En las zonas más pobres de África subsahariana, Asia y América Latina, donde la yuca constituye un alimento básico, se espera que el precio crezca en un 33 por ciento para el 2010 y en un 135 por ciento para 2020…

La producción de etanol a partir de la yuca pudiese representar una seria amenaza a la seguridad alimentaria de los más pobres del mundo. La yuca (…) aporta un tercio de las necesidades calóricas de la población de África subsahariana y constituye el alimento básico de más de 200 millones de los habitantes más pobres de África…

Los participantes en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 acordaron reducir la cifra de hambrientos crónicos en el mundo (…) de 823 millones en 1990 a cerca de 400 millones para el 2015.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por las Naciones Unidas en el 2000 expresan el compromiso de reducir a la mitad la cantidad de desnutridos crónicos del mundo de un 16 por ciento en 1990 a un ocho por ciento para el 2015. No obstante, en términos realistas, es probable que la alternativa de los biocombustibles agrave el hambre mundial. Varios estudios de economistas del Banco Mundial y otras instituciones sugieren que el consumo de calorías entre los pobres del mundo disminuye aproximadamente un 0,5 por ciento cada vez que los precios promedio de los alimentos básicos más importantes se incrementan en un uno por ciento…

En una investigación sobre la seguridad alimentaria mundial que realizamos en el 2003, pronosticamos que de acuerdo con las tasas de crecimiento económico y demográfico, la cifra de hambrientos del mundo se reduciría en un 23 por ciento, casi 625 millones de personas, para el 2025, siempre que la productividad agrícola creciera de forma tal que se pudiesen mantener constantes los precios relativos de los alimentos. Sin embargo, si los demás factores no varían y se elevan los precios de los alimentos básicos a causa de la demanda de biocombustibles, como sugieren las proyecciones del IFPRI, la cantidad de personas que en el mundo no tienen su seguridad alimentaria garantizada aumentará a más de 16 millones cada vez que se incremente en un uno por ciento el precio real de los alimentos básicos…

Los más pobres del mundo ya invierten entre el 50 y el 80 por ciento de los ingresos totales de sus hogares en la compra de alimentos. Para los muchos que entre ellos son trabajadores agrícolas sin tierra o agricultores rurales de subsistencia, un aumento significativo en los precios de los alimentos básicos equivaldrá a desnutrición y hambre. Algunos caerán del borde de la subsistencia al abismo de la inanición y muchos más morirán a causa de una multitud de enfermedades relacionadas con el hambre. (Foreign Affairs, Estados Unidos. Mayo/Junio de 2007)».

Granma

http://www.granma.cu

¿Por qué los organismos transgénicos son diferentes a los convencionales?

Ana Lucía Bravo

Ecoportal.net

La ingeniería genética es una técnica totalmente diferente a las prácticas que se han utilizado en el mejoramiento convencional de las plantas desde el desarrollo inicial de la agricultura hace 10000 años, que han evolucionado a lo largo de millones de años de desarrollo. Los riesgos asociados con la ingeniería genética son inherentes en primer lugar a la misma tecnología que los desarrolla pues se basan en los principios de la Biología Molecular establecidos por Francis Crick, de acuerdo a los cuales:

* Los genes determinan las características de un organismo en una forma unidireccional e irreversible;

* Los genes y el genoma son estables, la información se transmite sin cambios, excepto cuando existen mutaciones raras;

* Los genes no son modificados por el medio ambiente, ni actúan en respuesta a él sino que cambian al azar;

* Los genes son estables y no sufren variaciones; luego de ser insertados en un organismo nuevo los genes no cambian de lugar, permanecen donde fueron introducidos. (Ho,1999)

Sin embargo, a inicios de los años ochenta, este dogma central empieza a ser debatido, aparece entonces el concepto del «genoma fluido», según el cual:

* Los genes funcionan en una red bastante más compleja en dónde la causalidad no es lineal sino multidimensional y existe retroalimentación, es decir que todo el sistema está conectado: los genes influyen en otros genes, las proteínas en otras proteínas e inclusive las proteínas pueden influir en los genes;

* Los genes están sujetos a una regulación e influencia de la fisiología del organismo y del ambiente; * Los genes son fluidos dinámicos que cambian de acuerdo a la presión del medio ambiente;

* Los genes saltan de forma horizontal entre especies no relacionadas, es decir no por la transferencia vertical de genes de padres a hijos que se da en la reproducción sino a través de procesos infecciosos en los cuales el ADN toma ADN desnudo y lo incorpora a otro organismo. (Ho, 1999)

Desde esta perspectiva, el cambio de una característica puede ocasionar una serie de cambios o interferencias en el genoma del organismo receptor.

En segundo lugar, está la técnica utilizada que permite recombinar en el laboratorio material genético entre especies que no se cruzan en la naturaleza. Se introduce en el organismo receptor nuevos genes y combinaciones de material genético; estas construcciones artificiales se derivan del material genético de virus patógenos y otros parásitos génicos, como también de bacterias y otros organismos e incluyen genes que codifican la resistencia a antibióticos. Las construcciones son diseñadas para romper las barreras de las especies y superar los mecanismos de prevención que evitan la inserción de material genético extraño en los genomas. Es decir, en el organismo transgénico no se incluye únicamente el gen que le otorga una nueva característica sino que se incluye un conjunto que contiene varios componentes diferentes. Adicionalmente, las construcciones artificiales se integran al genoma del organismo receptor de forma aleatoria, dando lugar a efectos impredecibles, incluso anormalidades importantes tanto en animales como en plantas, así como la aparición de toxinas y alergenos inesperados en cultivos alimenticios. Consecuentemente, es imposible realizar un control de calidad, más aún si se considera la inestabilidad de las líneas transgénicas, que hace prácticamente imposible realizar una evaluación de riesgo. (Ho, 1999)

Riesgos para la salud

La diseminación de organismos transgénicos como alimentos causa alarma y preocupación, pues existen argumentos para señalar que su aprobación ha girado en torno a un dejar hacer y dejar pasar de la comunidad científica internacional y de las entidades reguladoras.

Ho y Steinbrecher (Ho, M., Steinbrecher R., 1998) señalan que se realizó una «evaluación de la inocuidad» opuesta a la precaución, destinada a dar una aprobación rápida de los organismos transgénicos a expensas de las consideraciones de seguridad. En otras palabras, los estudios en los cuales se basa la inocuidad de los transgénicos han sido criticados por omitir ciertas consideraciones, por ignorar evidencia científica y por ser realizados por las mismas empresas.

El Informe Conjunto de la FAO y la OMS sobre Biotecnología y Seguridad Alimentaria, resultante de una Consulta de Expertos realizada en octubre de 1996 en Roma, es el documento que ha servido como modelo para la evaluación de la inocuidad alimentaria. Sin embargo, este ha sido cuestionado por varias razones: a) hablar acerca de los beneficios de la tecnología; b) evadir responsabilidades de la inocuidad alimentaria, o aspectos como la producción de nutraceúticos; c) aducir erróneamente que la ingeniería genética no difiere del mejoramiento convencional; d) no tomar en cuenta impactos a largo plazo en la salud; e) ignorar las evidencias científicas existentes sobre peligros ya identificados como por ejemplo la transferencia horizontal y la recombinación de ADN transgénico (Ho, M., Steinbrecher R.,1998)

El punto más controversial y que ha suscitado mayor crítica por parte de Ho y Steinbrecher es la adopción del «Principio de Equivalencia Sustancial». Este principio implica que un alimento o componente alimenticio nuevo es sustancialmente equivalente a un alimento o componente alimenticio ya existente, puede ser tratado de la misma manera que éste en relación a la inocuidad. Es decir que el alimento o componente nuevo es tan seguro como el convencional. Falta sin embargo precisar cuales son los parámetros de comparación. El informe no establece que pruebas se requerirán, cuales ensayos específicos se realizaran.

«El establecimiento de una equivalencia sustancial no es una evaluación de la seguridad propiamente dicha, sino un ejercicio dinámico, analítico en la evaluación de la seguridad de un alimento nuevo con relación a un alimento existente. Los rasgos de referencia para las comparaciones de equivalencia sustancial deben ser flexibles y cambiarán con el tiempo de acuerdo con las necesidades cambiantes de los fabricantes y consumidores y con la experiencia».

En la práctica, las compañías tienen la libertad de comparar cualquier cosa, realizar las pruebas menos rigurosas para aducir rápidamente equivalencia sustancial. Se evita por ejemplo la caracterización molecular detallada del inserto transgénico para establecer la estabilidad genética, los perfiles de expresión genética, los perfiles metabólicos, etc., que hubieran revelado la presencia de efectos negativos no buscados.

Este principio, según las autoras, da lugar por ejemplo a la aprobación como sustancialmente equivalentes de papas que en las pruebas de campo mostraron marcadas deformidades en la morfología del brote y un bajo rendimiento del tubérculo con la presencia de escasos tubérculos pequeños y deformados, porque la calidad del tubérculo no sufrió mayores variaciones.

El proceso de aprobación de los alimentos transgénicos por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU, FDA, tuvo lugar en base a este mismo principio. Así se aprobó la comercialización del tomate transgénico Flavr Savr de la compañía Calgene. Este proceso ha sido cuestionado por Belinda Martineau, la científica que condujo los estudios de inocuidad, quien afirma que: «el tomate de Calgene no debería servir como una norma de seguridad para esta nueva industria. Ningún producto manipulado genéticamente debería servir». (Martineau B, 2001)

De hecho, de acuerdo a un memorando secreto de la FDA se conoció que el tomate Flavr Savr no había pasado las pruebas toxicológicas requeridas y que la FDA había ignorado las advertencias de sus propios científicos de que la ingeniería genética es un área nueva y representa riesgos nuevos. (Grupo de Ciencia Independiente, 2003)

A partir de entonces se han realizado muy pocos estudios, serios e independientes en relación a la inocuidad de organismos transgénicos. Se conoce sin embargo de dos informes que revelaron efectos nocivos en animales alimentados con transgénicos. El primero mostró que ratas alimentadas con tomates transgénicos Flavr Savr presentaban principio de úlcera en el revestimiento del estómago. El segundo realizado con ratones machos de meses de edad y alimentados con transgénicos reveló un proceso de proliferación celular en el intestino delgado bajo. (Fares, N; Sayed. A., 1998).

El siguiente estudio importante lo realiza Arpad Puztai del Instituto Rowett con un financiamiento de la que entonces era la Oficina Escocesa del Departamento de Agricultura, Medio Ambiente y Pesca (SOAEFD, en inglés) a fin de evaluar los riesgos para el ambiente y la salud dos líneas de papas transgénicas modificadas, por un grupo de científicos británicos, en un mismo experimento con la finalidad de otorgarles resistencia a las plagas de áfidos. Los estudios demostraron lo siguiente (Puztai, 2002):

• Las dos líneas de papas transgénicas no eran sustancialmente equivalentes en su composición ni entre ellas mismas ni con las líneas parentales (convencionales).

• La dieta con contenido de papa transgénica interfirió en algunos casos con el crecimiento de las ratas jóvenes y con el desarrollo de algunos de sus órganos vitales. Propiciando cambios en la estructura y función intestinal y reduciendo su respuesta inmunológica. Esto al contrario de otro grupo de ratas al que se alimentó con papa convencional y se añadió la proteína transgénica, el cual no presentó problemas.

Estos hechos evidencian por una parte que tal como se señaló anteriormente el concepto de equivalencia sustancial no ofrece ninguna garantía de inocuidad y por otra que los cambios ocurridos se debían a la modificación genética en sí, es decir a la construcción genética insertada en el ADN del genoma de la papa, y no a la acción del gen introducido. (Pusztai, A; Bardocz, S; Ewen S. 2003)

Estas pruebas mostraron además que es posible realizar «estudios toxicológicos y que la seguridad de los alimentos transgénicos debe ser establecida a partir de la alimentación a corto y largo plazo de animales jóvenes y de los estudios metabólicos y de respuesta inmunitaria de los mismos, ya que son los más vulnerables y los más propensos a responder a cualquier tensión nutricional y metabólica que afecte el desarrollo, y a manifestarla». (Grupo de Ciencia Independiente, 2003)

Esta última frase merece toda la atención, pues muchos de los productos transgénicos tienen como población objetivo lactante, niño y madres embarazadas (en cuyo caso el feto se encuentra en desarrollo). Hasta el momento no existen estudios que demuestren la inocuidad de los transgénicos en estos grupos. Tal como lo dice la ex empleada de la FDA «Proclamar simplemente que esos alimentos son seguros y no hay pruebas científicas de lo contrario no es lo mismo que decir que se han realizado numerosas pruebas y aquí están los resultados» (Martineau B, 2001). De igual forma, Stanley Ewen, histopatólogo del Hospital Trust de la Universidad Grampian y jefe del programa Piloto de Investigación del Cáncer de Colon en la Región Grampian, resumió la situación de la manera siguiente: «Es lamentable que se disponga de muy pocos ensayos en animales de alimentos transgénicos para humanos, tanto en el dominio público como en la bibliografía científica. El corolario es que los alimentos transgénicos no han demostrado no tener riesgo y, en efecto, los resultados científicos experimentales de que se dispone son motivo de preocupación». (Ewen S., 2002)

Por lo tanto, contrariamente a lo que se argumenta constantemente, los alimentos transgénicos nunca pasaron las pruebas necesarias que podrían haber establecido su inocuidad a largo plazo. En cambio, las pocas pruebas realizadas dan indicios de los impactos potenciales que pueden causar a la salud.

A corto plazo, uno de los riesgos para la salud es la aparición de alergias. En la actualidad solo una docena de alimentos puede producir reacciones alérgicas, principalmente debido a proteínas presentes en esos alimentos, pero con la ingeniería genética este número puede aumentar considerablemente, puesto que se incorporan en los alimentos proteínas no tradicionales de las cuales no existe información alguna sobre sus propiedades alergénicas. Por lo tanto, es posible que la comercialización de alimentos que contengan productos genéticamente modificados, ocasione que los individuos particularmente sensibles desarrollen alergias a alimentos que anteriormente consumían sin peligro. Si se presenta un shock anafiláctico, una alergia puede ser fatal. (Ho and Tapesser, 1997)

Por otra parte, la utilización de genes con resistencia a los antibióticos como parte del inserto genético, puede ocasionar que aumente en los seres humanos la resistencia a antibióticos para algunas enfermedades bacterianas. Este hecho es ya en la actualidad un problema de salud pública para algunas enfermedades. (Tschape, 1994)

Una muestra de la preocupación en torno a estos dos temas es el pronunciamiento de varias de las agencia de salud de mayor reconocimiento y prestigio en el mundo como son: la Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria de los Alimentos, la Sociedad Real de Canadá y la Asociación Médica Británica.

Las tres agencias (AFSSA, 2001) (La Sociedad Real del Canadá, 2001) (BMA, 1999) en diferentes informes señalan que se deben conducir pruebas más rigurosas, sobre toxicidad a largo plazo, cuestionando el procedimiento actual de equivalencia sustancial. Señalan que se debe tomar medidas para reducir el riesgo de alergias y que el uso de genes con resistencia a los antibióticos es un riesgo mínimo pero inaceptable al que no debería ser sometido los consumidores. Finalmente, llaman al uso del Principio de Precaución para evitar daños irreversibles.

Ana Lucía Bravo de la Red por una América Latina libre de transgénicos

Bibliografía

AFSSA, 2002. Agence Française de Securité Sanitaire des Aliments, Résumé del’avis de l’AFSSA sur l’evaluation des risques relatifs à la consommation de produits alimentaires composés ou issus d’organismes génétiquement modifiés. Enero 31 2002. http://www.afssa.fr/ftp/basedoc/avisOGMResume.pdf ; http://www.afssa.org

Brithish Medical Association, 1999. Consejo de Ciencia y Educación. El Impacto de la Manipulación Genética en la Agricultura, la Alimentación y la Salud. Documento de Posición Recomendado.

Ho, M.W., 1999. Genetic Engineering Dream or Nightmare? The Brave New World of Bad Science and Big Business, Gateway, Gill & Macmillan, Dublin.

Ho and Tapesser, 1997. Citado por Ho, «La insanta Alianza», The Ecologist, vol.27, No. 4. (Madrid: julio/agosto 1998).

Grupo de Ciencia Independiente, 2003. En defensa de un mundo sustentable sin transgénicos. Redactado por Mae-Wan Ho y Lim Li Ching. Julio de 2003. Londres.

 

Consuman como si no hubiera un mañana

La idea de un «coche ecológico» tiene tanto sentido como la «pena de muerte no violenta»

Don Fitz

Zmag

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

¿Hay alguien que pueda hacer el favor de informar al Consejo Ejecutivo del Sierra Club que la idea de un «coche ecológico» tiene tanto sentido como la «pena de muerte no violenta?» Mientras la vasta mayoría de los que se preocupan por el calentamiento global considera la reducción de la producción innecesaria como la base de una política sana, el Sierra Club ha endosado un plan que no incluye virtualmente ningún papel para la preservación.

En enero de 2007, la Sociedad Estadounidense de Energía Solar (ASES, por sus siglas en inglés) publicó un documento de 180 páginas «Tackling Climate Change» [Afrontando el cambio climático] en USA. Como es típico en un gran análisis del entorno, se basa en una economía de crecimiento dominada por las corporaciones. La novedad son sus estudios altamente técnicos que pretenden computar cuántas emisiones de CO2 pueden ser contrarrestadas mediante la eficiencia energética (EE) y la energía renovable.

En asociación con ASES para presentar el estudio al Congreso, el Sierra Club escribió con entusiasmo que «la eficiencia energética y las energías renovables solas pueden lograr entre un 60 y un 80% de reducción en las emisiones de calentamiento global hasta 2050.» El que agregaran la palabra clave «solas» en el primer párrafo de su comunicado indicó que el Sierra Club quería asegurarse de que los políticos y los donantes corporativos comprendieran que no tiene intenciones de criticar la gran cantidad de chatarra innecesaria creada por USA corporativo.

Lo que no dicen

La energía solar, la energía eólica y la eficiencia energética (EE) juegan papeles vitales en la reducción del CO2. El problema es el papel de la preservación, o la reducción de la producción total. Para los «verdes profundos,» el objetivo más básico es el cambio social que fomente la reducción de energía. Para los «verdes claros,» la preservación es, en el mejor de los casos, algo que produzca jarabe de pico mientras mantiene la estrechez de miras sobre los artilugios ecológicos.

Más patente que el típico análisis medioambiental corporativo, el informe ASES/Sierra trivializa la preservación como si fuera «pasárselas sin» o «privación». Presenta una vasta gama de juguetes tecnológicos, algunos de los cuales son bastante buenos y otros que son menos que ecológicos. Lo que es más revelador es lo que no incluye. Discute el transporte sin utilizar la palabra «bicicleta» o «caminar.»

Considera el diseño eficaz de construcciones sin discutir el uso de edificios vacíos o el diseño de edificios para que duren más de 50 años. El informe que Carl Pope ensalza como «la actual estrategia oficial de calentamiento global del Sierra Club» contiene una extensa discusión del calentamiento y enfriamiento doméstico sin mencionar la palabra «árbol.» El recientemente publicado «Heat» [Calor] de George Monbiot concluye que la producción de una tonelada de cemento crea una tonelada de CO2, un hecho que no es destacado por los que proponen edificios EE.

En un análisis de la eficiencia energética, no aparece ni una vez la frase «agricultura orgánica» y no se menciona el uso masivo de petroquímicos o de granjas industriales y hay cero preocupación por el hecho de que el producto alimenticio estadounidense promedio viaja 2.000 kilómetros desde la granja al plato. El extraño enfoque de la EE no cuestiona el crecimiento canceroso de los electrodomésticos, la obsolescencia planificada, o la creación corporativa de deseos artificiales de productos innecesarios.

Los autores no comentan sobre el inmenso derroche de atención sanitaria o de inmensos edificios de las compañías de seguros que derrochan energía sin crear nada de valor. Los capítulos sobre el transporte, tales como sobre coches eléctricos híbridos enchufables, ignoran el hecho de que el transporte aéreo en el Reino Unido se duplicará hasta 2030, época en la que tendrá más efecto sobre el calentamiento global que los automóviles. El llamado a aumentar 10 veces la biomasa no dice nada sobre los efectos de los monocultivos, la deforestación, la ingeniería genética o el uso de pesticidas.

Estas posiciones dejaron algo fuera del gran plan ecológico por la eficiencia energética: existen soluciones de baja tecnología, o sin tecnología, de sentido común, que involucran la reducción de la cantidad de uso de producción y energía sin disminuir la calidad de la vida. Tienen algo más en común: no involucran la inflación de los beneficios corporativos mediante el aumento de la manufactura.

¿Cuándo deja de ser eficaz la eficiencia energética?

Casi tanto como la energía solar y eólica, la eficiencia energética se está convirtiendo en el mantra indiscutible de las soluciones para el calentamiento global. Los refrigeradores que usan un 75% menos de energía son una ventaja. Incluso mejor sería la Passivhaus [casa pasiva] diseñada en Alemania, que está tan bien aislada que tiene cero sistemas de calentamiento y de enfriamiento.

EE es buena. Pero las proyecciones de lo que puede ofrecer rayan a veces en alucinaciones. Es el caso con la afirmación de ASES/Sierra de que la EE puede contrarrestar el calentamiento global en un 57%.

La primera limitación de la EE es la vieja máxima de que mientras más partes contiene un sistema, más partes se pueden romper. El informe ASES/Sierra se lee como una enciclopedia de artilugios de arreglo tecnológico para edificios, coches y agujeros en la tierra. Cada ítem involucra un aumento en la interdependencia industrial. A medida que los recursos comienzan a escasear como resultado de su agotamiento, de guerras o de acaparamiento, es probable que el futuro traiga una disminución de la capacidad de remendar sistemas interconectados. Aumentar la dependencia de ellos es como pedir que haya colapsos industriales.

Otro factor que actúa contra la EE es la ley de retornos decrecientes. Joseph Tainter explicó que las sociedades comienzan a derrumbarse cuando los se agotan los recursos para satisfacer las necesidades de una complejidad creciente. Del mismo modo, el mayor impacto de los descubrimientos viene cuando son introducidos por primera vez. Es cuando hay la mayor restitución de energía por la energía invertida. Las mejoras adicionales tienden a costar más y a rendir menos. El petróleo fue barato y fácil de obtener cuando recién salió a la superficie. A medida que pasó el tiempo, se hizo más caro bombear el petróleo, disminuyó la cantidad disponible, y empeoró la calidad. El mayor impacto de las drogas vino de los antibióticos. Ahora nos bombardean con anuncios para nuevas drogas cuya investigación cuesta más pero que tienen menos ventajas sobre la generación previa.

Los tecnócratas tienden a tener fe en el potencial ilimitado de la EE. La verdad es que probablemente hemos visto la mayor parte de los mayores impactos de la eficiencia y que los cambios futuros serán sobre todo perfeccionamientos que ofrecerán menos y menos mejoras.

La dificultad más importante para la EE es la economía de mercado, tan amada y tan poco comprendida por los ecologistas. Las corporaciones no compiten para ganar menos dinero. Compiten para aumentar sus beneficios. Las fuerzas del mercado obligan a cada corporación a expandir la producción lo más rápido posible. Cuando haya un calentamiento más eficaz, las corporaciones que lo vendan alentarán a sus clientes a subir sus termostatos y a andar por ahí en ropa interior en medio del invierno.

La gente vive a distancias que permiten viajes diario de y a su trabajo. El automóvil ha alargado esa distancia. Coches eficientes en su consumo de combustible no harán nada por afectar esa distancia o los kilómetros adicionales de carretera, la pérdida del hábitat que acompaña la construcción de carreteras, el espacio para el estacionamiento o la energía utilizada para producir coches.

No cuesta imaginar a yuppies tan orgullosos de su apartamento EE en Nueva York que se compran una casa EE en Phoenix, o un condominio EE en Chicago, un coche híbrido para cada ciudad, y un helicóptero modificado para que funcione con biocombustibles a fin de volar regularmente entre las ciudades.

La eficiencia energética no es eficaz cuando algunos artefactos individuales son más eficaces, pero la cantidad general de artefactos aumenta tanto que la masa total de energía utilizada aumenta en lugar de disminuir. Guste o no, es la coacción irredimible de la economía de mercado.

Esto no quiere decir que la EE no juegue un papel en la prevención de que el planeta se rehogue. Es decir que la EE debe estar acompañada por un intenso programa de conservación, de rediseño económico y de regulación gubernamental. Sin esto, la EE en una economía de mercado no es sólo inútil, sino es probable que resulte en una expansión de la producción y en un aumento del calentamiento global.

Invasión de los tecno-parlanchines

Cualquiera que se haya opuesto alguna vez a un incinerador de basuras, a un horno de cemento o a una planta termoeléctrica a carbón sabe que ha perdido la lucha si permite que la industria lo fuerce a una discusión sobre cuál sistema de control de la polución debe ser añadido después de haber creado las toxinas. La única solución auténtica es la fácil – comenzar por impedir la creación de los venenos.

Si alguien trata de vender un incinerador o un sistema EE demasiado complicado para comprenderlo, eso debería indicar que es una mala idea. Hacer cosas simples es típicamente el camino hacia la mayor eficacia. Totalmente ajeno a las razones sociales del calentamiento global, el informe ASES/Sierra afirma que cualesquiera problemas de gases invernadero que subsistan después de EE, pueden ser resueltos con seis tecnologías renovables: «concentración del poder solar, fotovoltaicos, energía eólica, biomasa, biocombustibles y energía geotérmica.» Los tres últimos mencionados son tecno-cháchara.

La «biomasa» es sobre todo un esfuerzo por convertir cualesquiera zonas sin cultivar que queden en este planeta para plantar monocultivos y producir energía. No sorprende por lo tanto, que la palabra «ecología» no aparezca en el capítulo sobre la biomasa. Lo que sorprende es la sub-sección sobre «residuos urbanos» que discute el uso de desechos sólidos municipales como combustible para convertir calor en electricidad. Es un modo cortés de decir que los ecologistas debieran endosar la diseminación de toxinas de los incineradores al aire de las ciudades y abandonar la noción de no generar desechos.

La «energía geotérmica» no tiene asociaciones tan ofensivas. Pero menos de un 0,1% de la energía geotérmica está dentro de tres kilómetros de la superficie, lo que la hace actualmente recuperable. Sugerir que técnicas que aún están por ser perfeccionadas podrían permitir que la geotérmica suministre un 20% de la energía de USA es pura especulación. No puede formar parte de un estrategia energética seria.

Uno de los capítulos más vergonzosos del informe concierne a los «biocombustibles.» No contiene nada contra el etanol de maíz. Sólo rechaza el uso de granos de maíz para producir etanol sobre la base de que los 38.000 metros cúbicos de etanol que podrían ser producidos con maíz estadounidense representarían sólo un 5% de la demanda de gasolina de este país. No presta atención a temas introducidos este mismo mes en un artículo en Scientific American de que (1) la refinación del etanol usa más energía de la que produce, y (2) que el etanol requiere «robar cultivos de alimentos para producir combustible.» La falta de preocupación tanto por la eficiencia del etanol como por el hambre en el mundo hace que el informe endosado por Sierra sea menos orientado a la ecología que el de Scientific American, el prototipo de las publicaciones híper-tecnológicas.

El capítulo se aferra a la esperanza de que etanol pueda ser producido si, en lugar de utilizar grano de maíz, la materia prima fuera «residuos de cosechas de maíz y trigo.» Existen varios problemas con esta estrategia de la «celulosa». Primero, como en el caso geotérmico, la producción de etanol de tallos de maíz es altamente especulativa y no tiene un sitio en proyecciones a largo plazo. Si pudiera hacerse, sería de maíz genéticamente modificado para hacer que sea más aceptable para la separación de los azúcares de la lignina. Ya ha habido demasiada contaminación genética de alimentos. Más modificación genética es precisamente lo que la agricultura no necesita.

El mayor problema con el etanol celulósico es que da por sentado que el suelo no debe ser otra cosa que un medio estéril para producir cultivos y que el «residuo» no tiene nada que ver con el reabastecimiento del suelo. Precisamente como el Servicio Forestal bajo Bill Clinton nos trajo el «talado salvaje» basado en la creencia de que la madera descompuesta no tiene importancia para los ecosistemas forestales, Hillary Clinton podría liderar el concepto de que los tallos de maíz en descomposición no contribuyen a los ecosistemas del suelo.

Los que se concentran en los biocombustibles no parecen comprender que separar del suelo a los fertilizantes naturales significa depender más de fertilizantes petroquímicos. Con cara dura proponen reducir el uso de petróleo en los coches, aumentando el uso de fertilizantes basados en el petróleo.

Preguntas duras/realidad difícil

Los móviles perpetuos, la biomasa y los biocombustibles no detendrán la extinción de especies causada por el cambio climático. Una vez más, la eficiencia y la energía solar y eólica son componentes críticos de una sociedad sustentable. Pero concentrarse en ellos distrae la atención de los verdaderos problemas que hay que afrontar – cómo reducir dramáticamente la producción de energía mientras se mejora la calidad de la vida. Esta es la base de las preguntas duras que evitan los ecologistas corporativos.

Por ejemplo, USA necesita reducir la cantidad de autos en las rutas en por lo menos un 95% y asegurar que los pocos que sean producidos sean híbridos. ¿Cómo puede la economía de USA ser reorganizada de manera que los trabajadores de la industria automóvil y los de las refinerías tengan puestos de trabajo comparables a los que tienen actualmente?

Muchos países pobres dependen de industrias destructivas como el petróleo. ¿Cómo puede reorganizarse la economía mundial para que aumenten su nivel de vida mientras modifican lo que producen?

Es bien sabido que la reducción de los gases invernadero necesita una reducción de la población, lo que puede ser logrado mejor reduciendo la brecha entre ricos y pobres y logrando igualdad para las mujeres. ¿Cómo invertimos el modelo derechista de la creciente disparidad?

La economía global aumenta la producción de bienes de alta energía como ser carreteras, coches, aviones, comida chatarra, carne y montañas interminables de basura consumista. ¿Cómo cambiamos esto a la producción de bienes de baja energía que la gente realmente necesita, como ser alimentos orgánicos producidos localmente, atención sanitaria preventiva y vestimentas y casas que duren?

La creación de necesidades artificiales de nuevos objetos estalla como si se tratara de enfermedades genéticamente modificadas en un laboratorio de bio-defensa. ¿Cómo convencemos a los grandes medioambientalistas que no es un «sacrificio» o una «privación» si nos concentramos en la producción de artículos que la gente realmente necesite y que duren?

Todos queremos creer que nuestros cheques para Sierra o para Nature Conservancy hacen algún bien a la larga y que sólo se demoran un poco en hacer lo correcto. La triste realidad es que los grandes medioambientalistas están haciendo cosas equivocadas que llevan en la dirección equivocada.

La tarea más elemental para detener el calentamiento global es que haya una revolución moral, ética y espiritual basada en la creencia de que demasiada chatarra es algo malo. La reducción de la producción innecesaria es la antítesis de lo que representan las corporaciones. Por destructivo que sea para el planeta, las corporaciones tienen que tratar de convencer a la gente de que consuma más y más.

Vienen los grandes medioambientalistas y le dicen a la gente que el exceso de consumo de ninguna manera es malo porque da al consumidor la capacidad de afectar el cambio con su poder de compra. El erudito tecno-mago agita su varita, y dice: «No miren las montañas de chatarra descartada que llevan a los vertederos. Miren para acá, a los fabulosos eco-artilugios de nuestros amigos corporativos.»

Los grandes medioambientalistas podrán estar haciendo más por preservar el ethos del consumismo auto-devorante que lo que jamás podrían hacer las grandes corporaciones. ¡Qué sorpresa saber que el Sierra Club tiene un historial de obtener fondos del Chemical Bank, ARCO y British Petroleum! Los grandes medioambientalistas posiblemente suministran al gran petróleo lo que más necesita – fe en una economía de mercado puede proteger el planeta.

Karl Marx dijo una vez algo en el sentido de que si quedaran sólo dos capitalistas, competirían por ver cuál puede vender la cuerda para colgar al otro. Una versión moderna podría ser que si el planeta estuviera tan tostado que sólo quedaran dos grandes grupos medioambientalistas, competirían para ver cuál puede obtener una subvención del gran petróleo para demostrar que lo que queda del mundo podría ser salvado por las decisiones de los consumidores.

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Don Fitz es editor de Synthesis/Regeneration: A Magazine of Green Social Thought, que es enviada a miembros de The Greens/Green Party USA. [Los Verdes/Partido Verde, USA] Para contactos escriba a: fitzdon@aol.com

Fuente

Heinberg, R. The party’s over. New Society Publishers, 2003.

Kutscher, C.F. (Ed.) Tackling Climate Change in the U.S.: Potential Carbon Emissions Reduction from Energy Efficiency and Renewable Energy by 2030. American Solar Energy Society, 2007. http://www.ases.org/climate change

Monbiot, G. Heat: How to stop the planet from burning. South End Press, 2007.

Sierra Club, Renewable energy experts unveil report. Sierra club press release, January 31, 2007. Contact Josh Dorner, josh.dorner@sierraclub.org

Tainter, J. The collapse of complex societies, Cambridge University Press, 1988.

Tokar, B., Earth for Sale. South End Press, 1997.

Wald, M.L. Is ethanol for the long haul? Scientific American. January 2007.

http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=56&ItemID=12636

 

Biocombustibles y uso energético de la biomasa: un análisis crítico

Resulta mucho más razonable el uso de la materia orgánica para la mejora de los suelos

Óscar Carpintero

El ecologista

 

Muchos análisis científicos y pensadores ecologistas ponen en cuestión los supuestos más comunes sobre el uso de la biomasa como fuente de energía, por lo que parece razonable un análisis detallado de sus ventajas e inconvenientes. El autor hace un repaso de varios de estos estudios para rebatir los hipotéticos beneficios de esta energía, al tiempo que apuesta por un uso de la biomasa y de los residuos orgánicos que permita cerrar los ciclos de materiales, devolviendo a la tierra la materia orgánica que se le extrajo, para aumentar su fertilidad y reducir la erosión de los suelos.

 

Hemos pedido un cambio de civilización, y nos ofrecen porcentajes de biodiesel.

Jorge Riechmann ( [1] )

 

Los movimientos sociales activos y con cierta vitalidad –y el movimiento ecologista lo es– presentan a veces tensiones entre el análisis honesto de la situación ambiental y la elaboración de propuestas y alternativas que sean viables técnica y económicamente. Esta tensión en ocasiones da lugar a contradicciones internas o a incoherencias. A pesar de que no siempre es fácil eliminar esas inconsistencias, parece razonable hacer un intento por minimizarlas.

En un afán –inicialmente bienintencionado– por plantear alternativas renovables al uso de los combustibles fósiles, venimos asistiendo desde hace años a propuestas que ponen en un lugar destacado el uso de los biocombustibles y de la biomasa como elemento importante de la transición hacia un modelo energético más sostenible. Efectivamente, una parte importante del movimiento ecologista y algunos trabajos científicos que discutiré más adelante, se han esforzado en ofrecer una visión cautelosamente positiva del aprovechamiento energético de la biomasa y de las posibilidades de los biocombustibles.

Sin embargo, me parece que las dudas y las críticas frente a estos planteamientos –que proceden también tanto de una parte del movimiento ecologista, como de científicos y académicos con una larga experiencia en cuestiones energéticas y ambientales– no han sido suficientemente atendidas ni valoradas. Esto es aún más lamentable habida cuenta que el marco institucional que se está imponiendo en nuestro país, y que más tarde comentaré, es claramente favorable a la extensión e intensificación en el uso de la biomasa y los biocombustibles como fuentes energéticas.

Resumidamente, las dos opciones que protagonizan la controversia son las siguientes. De un lado, los partidarios de la utilización energética (cautelosa) de la biomasa y los biocombustibles apoyan su opción sobre tres supuestas ventajas: a) los biocombustibles presentarían un balance energético positivo (es decir, la energía obtenida es superior a la invertida en la producción del cultivo de base y en su fabricación); b) desde el punto de vista de las emisiones de CO2 la biomasa y los biocombustibles tendrían un efecto neutral, esto es, emitirían a la atmósfera el carbono que previamente habrían absorbido en el proceso de fotosíntesis; y c) dadas las condiciones de crisis estructural de la agricultura y de despoblamiento del medio rural, la alternativa de los biocombustibles (a través de cultivos energéticos) serviría para fijar población en esos territorios y frenar un proceso demográfico tan negativo ( [2] ).

Desde una perspectiva diferente, los contrarios al uso energético generalizado de la biomasa (para usos térmicos o eléctricos) y de los biocombustibles (para el transporte) hemos venido razonando en un doble sentido. De una parte, negando la validez real de las tres razones esgrimidas anteriormente y, en segundo lugar, resaltando el mejor uso alternativo que, concretamente en un país como España, tiene la biomasa y sus residuos, a saber: cerrar los ciclos de materiales, devolviendo a la tierra, en forma de nutrientes, la materia orgánica que se le extrajo y, de paso, frenar el grave proceso de erosión que sufre una fracción considerable de nuestro territorio ( [3] ). A desarrollar estos argumentos dedicaré el resto del artículo.

Razones para rechazar (desde un punto de vista ecologista) el uso de los biocombustibles

Comencemos primero por discutir la veracidad de las bondades y ventajas ofrecidas por los biocombustibles.

a) ¿Es realmente cierto que los biocombustibles presentan un balance energético positivo? La controversia en el movimiento ecologista sobre este punto era previsible pues tampoco la polémica ha sido ajena al ámbito científico. Algunos estudios de los años noventa y comienzos de esta década han tratado de demostrar que, en concreto, el bioetanol obtenido a partir del cultivo de cereales (sobre todo maíz) y su posterior fermentación y destilación, aporta mayor energía que la consumida en su producción y fabricación. Los resultados varían, según los estudios, desde un rendimiento neto adicional positivo del 34% –esto es: por cada kilocaloría gastada en la producción del biocombustible, obtenemos 1,34 kilocalorías en forma de etanol– ( [4] ), al 36% ( [5] ), o hasta incluso el 49% ( [6] ). Bajo supuestos tecnológicos e hipotéticos diferentes, las últimas estimaciones arrojaron ratios de eficiencia positivos de 1,98; 1,21; y 1,05 ( [7] ).

Sin embargo, estos resultados contrastan con varias estimaciones que arrojan un panorama muy diferente. Por ejemplo, David Pimentel y Tad Patzek han puesto de relieve que se utilizan 1,29 kilocalorías de combustibles fósiles por cada kilocaloría obtenida en forma de etanol (es decir un rendimiento negativo del -29%); ratio que empeora si en vez de maíz se utiliza mijo, ya que en este caso el rendimiento alcanza el -50%, llegando incluso hasta el -59% cuando se utiliza madera aunque sea procedente de bosques gestionados de manera sostenible. Y la cosa no mejora tampoco cuando, en vez de etanol, hablamos de biodiesel: aquí los rendimientos negativos alcanzan el -27% si se obtiene a partir de soja o del -118% si se produce utilizando cultivo de girasol ( [8] ). De esta manera, los trabajos de Pimentel y sus colaboradores se vienen a sumar a otras investigaciones que, con diferencias en los porcentajes, ofrecen tendencias similares ( [9] ).

En la explicación de las diferencias aparecen dos tipos de elementos. Una parte cabe achacarla a las distintas hipótesis mantenidas para la conversión en términos energéticos de los factores productivos de la agricultura (fertilizantes, maquinaria, herbicidas, etc.). Este sesgo se puede discutir y estaría razonablemente acotado. Sin embargo, el grueso de la discrepancia entre ambos tipos de estudios descansa, sobre todo, en la contabilización o no de toda la energía que directa e indirectamente se utiliza en la producción del etanol o el biodiesel ( [10] ), es decir, el ciclo de vida completo: incorporando, por ejemplo, la energía necesaria para producir y reparar la maquinaria agrícola (y no sólo el combustible que utiliza ésta para funcionar), o la maquinaria del proceso de destilación y fermentación, etc. Y es precisamente al incorporar todos estos elementos cuando el balance negativo hace su aparición ( [11] ).

Pero, incluso aunque el resultado de los balances energéticos fuera positivo, la proliferación de cultivos energéticos no tiene ningún sentido por una sencilla razón que ya puso de relieve hace dos décadas José Frías: «dados los elevados consumos energéticos de la agricultura actual procedentes de combustibles fósiles […] aun en los casos en que la eficiencia energética sea superior a la unidad se trata simplemente de ‘cambiar’ por ejemplo, 10 toneladas de petróleo (energía no renovable) por el equivalente de 12 toneladas de petróleo en alcohol obtenido a partir de la biomasa. Así pues, el punto más débil para el desarrollo de la agroenergética lo constituye su dependencia de los combustibles fósiles, por lo que en definitiva el proceso resulta equivalente a un pequeño aumento del rendimiento energético del petróleo» ( [12] ) (énfasis mío).

Se podría alegar que, al proponer cultivos energéticos, se está pensando en recurrir a prácticas de agricultura ecológica –o cultivos como el cardo–, menos intensivas en el uso de combustibles fósiles. Pero sería paradójico que se pusiera un empeño especial en recurrir a esta estrategia cuando se quiere dedicar la superficie agrícola a producir energía, y en cambio se le preste escasa atención y recursos cuando se trata de reconvertir ecológicamente los sistemas agrarios para mejorar sustancialmente la calidad de los alimentos y la salud de los ecosistemas.

b) En todo caso, los partidarios de los biocombustibles argumentan la reducción de las emisiones de CO2 como una ventaja indiscutible de esta opción energética, que equilibraría los inconvenientes anteriores. Ahora bien, ¿es realmente cierto que la producción de biocombustibles resulta neutra desde el punto de vista de las emisiones de CO2? Aunque la explicación de la neutralidad ya ha sido expuesta anteriormente, cabe de todas formas hacer una importante matización. Tanto el proceso de cultivo como las fábricas de destilación y fermentación de etanol utilizan combustibles fósiles para su funcionamiento, a lo que habría que añadir la energía necesaria para la recogida y el transporte de las cosechas hasta la planta industrial.

Si se hacen bien las cuentas, ¿cuál es entonces el balance neto de emisiones de CO2 de un biocombustible como el etanol? ¿Son de verdad neutras? Patzek (2006) ha realizado este cálculo de manera exhaustiva, es decir, incorporando el resto de emisiones de gases con efecto invernadero (óxidos de nitrógeno, metano, etc.), que también se generan en el proceso de cultivo y fabricación, y las ha transformado en toneladas de CO2 equivalente. El resultado al que ha llegado es muy ilustrativo: en términos netos, por cada hectárea de maíz dedicada a la producción industrial de etanol en EE UU se generan 3.100 kg de CO2 equivalente, lo que quiere decir que, si se quisiera satisfacer únicamente el 10% del consumo de combustible en ese país con etanol, las emisiones alcanzarían los 127 millones de toneladas ( [13] ).

c) Existe, por último, un tercer argumento que defiende los cultivos agroenergéticos como vías para mantener la población en el medio rural. Conociendo la historia del entorno rural y las transformaciones sufridas por el sector agrario en las últimas décadas, su utilización no me parece muy afortunada. Sinceramente, no creo (más bien lo contrario) que con la difusión y generalización de los cultivos energéticos –ya sea poniendo en producción tierras abandonadas, o desviando aprovechamientos actuales hacia otras vocaciones más energéticas–, se frene la despoblación y el abandono del campo.

Y ello por varias razones. En primer lugar, y paradójicamente, la agricultura moderna se ha convertido en un potente instrumento de expulsión de población del medio rural. El énfasis productivista ( [14] ) de la actual agricultura –espoleada en Europa por la PAC– ha fomentado un tipo de negocio agrario en el que el factor trabajo se va convirtiendo en un elemento marginal, donde predominan las grandes explotaciones de monocultivos, altamente dependientes de la industria tanto para la compra de inputs (maquinaria, fertilizantes, herbicidas…) como para la venta de su output o producción. Y allí donde existía un sector autónomo y excedentario económica y financieramente, nos hemos encontrado con una actividad profundamente deficitaria –cuyas ayudas van a parar finalmente a pagar los préstamos para comprar los inputs que le vende el sector industrial–, y que no cumple ninguno de los objetivos por los cuales podría ser merecedora de ayudas: mantenedora de población rural, socialmente justa, y ecológicamente compatible.

La PAC no satisface ninguno de estos requisitos como se puede ver claramente, por ejemplo, con la injusta asignación de las subvenciones entre las explotaciones, o el deterioro y la contaminación ambiental de los agrotóxicos. Y la puesta en marcha de cultivos energéticos dentro del mismo marco institucional seguramente no va a cambiar nada de eso. Posiblemente ampliará la dependencia de la agricultura respecto de la industria, incorporando ahora los intereses de las empresas energéticas.

Las tres objeciones planteadas tienen, a mi juicio, suficiente peso para relativizar las bondades de los biocombustibles. Incluso aunque se pudiera discutir algún aspecto como el del balance energético, la sola presencia de análisis divergentes sobre esta cuestión debería ser ya motivo para aplicar, al menos, el principio de precaución en la producción de biocombustibles. Sobre todo cuando, al salirnos del ámbito específico de la energía, se observa que la producción de etanol o biodiesel no hace sino agravar directa e indirectamente la erosión y degradación del suelo (algo especialmente importante para España), además de ser un proceso muy exigente en utilización de agua (lo que también debería preocupar en nuestro territorio): se estima que para la producción de un litro de etanol se requieren entre 10-12 litros de agua en la fase de destilación, y entre 20-25 litros en la fase de fermentación, lo que supone en total una exigencia de entre 30 y 37 litros de agua por cada litro de etanol ( [15] ) .

No parece, por tanto, que la consideración de otros aspectos como la erosión o las exigencias hídricas de los cultivos que sirven de base a los biocombustibles jueguen a favor de esta alternativa. Máxime cuando se añaden algunas consideraciones relacionadas con la desmesurada ocupación de espacio que exigiría satisfacer el consumo de energía para el transporte con biocombustibles: lograr el 10% del consumo de combustibles en EE UU con etanol requeriría, por ejemplo, 22 millones de hectáreas ( [16] ).

Y cuando las cifras de consumo de grano para combustible se comparan con la cantidad necesaria para alimentar a una persona durante un año, el resultado es si cabe más demoledor: suponiendo que cada coche recorre por término medio 20.000 km/año con un consumo de 7 litros/km, esto supondría la utilización de 1.400 litros de etanol producido a partir de 3.500 kilos de grano. Es decir, aproximadamente siete veces más grano que el que necesita un individuo para alimentarse durante un año ( [17] ). Lo que nos lleva directamente al último de los efectos nocivos de la proliferación en el consumo de biocombustibles. Habida cuenta de que los países ricos no van a poner en cultivo esos millones de hectáreas necesarias para satisfacer su consumo de biocombustibles, ya se están desarrollando proyectos en países pobres de Latinoamérica, Asia y África para que éstos destinen una parte importante de su superficie agrícola a la plantación de cultivos energéticos destinados al consumo de los países ricos, poniendo en mayor riesgo su seguridad alimentaria y aumentando sus servidumbres ambientales con los países «desarrollados» ( [18] ).

Argumentos contra el uso de la biomasa como opción energética

Una vez analizado el caso de los biocombustibles, resta por debatir los motivos que llevan también a dudar del uso de la biomasa con fines principalmente energéticos. Es cierto que el aprovechamiento térmico y (parcialmente) eléctrico de la biomasa (residual) no se enfrenta con las objeciones de eficiencia energética que, por ejemplo, se han detectado en el caso de los biocombustibles. Al tratarse, principalmente, de residuos agrícolas, ganaderos o forestales – y, como tales, subproductos de la actividad principal – no se les debe computar ningún consumo energético, por lo que su quema sí que arrojaría un balance positivo.

Pero la razón más importante para dudar de una estrategia energética como ésta descansa en otro hecho. Con las características edáficas de un territorio como la Península Ibérica, en el que avanzan de manera importante los procesos de erosión y desplazamiento de materia orgánica vinculados a actividades antrópicas (agricultura, urbanización y construcción de infraestructuras) ( [19] ), sabemos que existe un destino alternativo más provechoso para esos residuos agrícolas, ganaderos y forestales, que contribuiría a cerrar los ciclos de materiales de las actividades agrarias, y a paliar los procesos erosivos: la elaboración de compost y la devolución al terreno de aquella parte que previamente se ha extraído en forma de materia orgánica y nutrientes con la recolección de los cultivos.

Como se ha recordado ya hace varios lustros, dada la preocupante situación de nuestros suelos, si quisiéramos elevar hasta el 2% su contenido de materia orgánica, necesitaríamos un aporte anual de 232 millones de toneladas, equivalentes a 6,5 t/ha/año durante una década ( [20] ). Una parte de ellos están representados en los más de 40 millones de toneladas de residuos de cultivos, a los que podríamos sumar los casi 90 millones de estiércol ganadero y los más de 15 millones de residuos sólidos urbanos que incorporados arrojarían una cifra cercana a los 150 millones de toneladas. Sólo así se podría contribuir a reducir tanto los efectos erosivos de origen antrópico como aquellos relacionados con fenómenos meteorológicos naturales ( [21] ).

Ahora bien, la magnitud del daño se hace más patente si caemos en la cuenta de que el suelo fértil es un recurso renovable un tanto especial, pues el tiempo necesario para su renovación lo convierte a efectos prácticos en un recurso no renovable. «En condiciones naturales de cubierta vegetal –recuerda Robert Allen– […] se necesitarían de 2.000 a 8.500 años para generar suelo hasta una profundidad de 20 cm. Así pues el suelo, a efectos prácticos, una vez desaparecido, ha desaparecido para siempre» ( [22] ).

En un país donde la agricultura sigue ocupando una fracción importante del territorio, la erosión sigue siendo preocupante, y la materia orgánica no abunda especialmente, resulta un lujo completamente innecesario quemar la biomasa para obtener energía. Sobre todo porque el coste de oportunidad es muy alto. El uso energético de la biomasa compite con su aprovechamiento en forma de compost y lo más inteligente, dadas las circunstancias, es emplearlo en aquello que ofrece mejores resultados desde el punto de vista de la conservación de los ecosistemas y la propia agricultura. La energía se puede obtener utilizando más eficientemente la ya disponible, o de forma renovable con tecnología solar o eólica, pero es obvio que ningún panel fotovoltaico o molino de viento nos va a proporcionar la materia orgánica necesaria para abonar nuestros campos ( [23] ) .

No hay que olvidar, además, otro elemento fundamental. Si queremos tener una visión integrada de la gestión ambiental, y a la vez ser coherentes con nuestras propuestas para alcanzar una economía sostenible, la transformación ecológica del sistema agropecuario necesitará del abono orgánico necesario para nutrir los cultivos de la propia agricultura ecológica. Pero si decidimos quemarlo, ¿cómo abasteceremos de materia orgánica a nuestras explotaciones de agricultura ecológica? ¿Cómo lograrán proporcionarnos alimentos saludables y conservar adecuadamente los ecosistemas agrarios?

Reducir nuestras contradicciones y calibrar la bondad de las dos alternativas

Seguramente, la mejor manera de reducir las contradicciones internas en un asunto importante –como lo es éste para el movimiento ecologista–, sea comparar cada una de las alternativas propuestas con los principios generales que inspiran nuestros análisis y prácticas como tal movimiento social. Así, de paso, se calibra hasta qué punto las dos posibilidades presentan rasgos más o menos contradictorios con esos principios, y se puede elegir con mayor coherencia.

Si, para empezar, tuviéramos que sintetizar en un puñado de rasgos los elementos que, desde el punto de vista ecologista y de la economía ecológica, caracterizan a una economía industrial como sostenible, es probable que, como mínimo, estuviéramos de acuerdo en estos tres principios (por lo demás bien conocidos): 1) Como cuestión general, la reducción en el uso masivo de los recursos naturales (energía y materiales) y, por lo tanto, en la generación de residuos en todas sus formas (sólidos, líquidos o gaseosos); 2) Desde el punto de vista energético, la articulación de los modos de producción y consumo sobre fuentes de energía renovables; y 3) En lo tocante a los materiales, afanarse en cerrar los ciclos convirtiendo los residuos de nuevo en recursos aprovechables a través de su reutilización y reciclado. Han sido precisamente las condiciones 2) y 3) las que han permitido definir como sostenible el modo de producción propio de la biosfera durante millones de años, y a eso mismo debemos aspirar si queremos cumplir el manido objetivo de «satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

¿Cuál, entonces, de las dos alternativas discutidas se corresponde en mayor medida con los principios enunciados? En primer lugar, y aunque siempre hacemos énfasis en la necesidad de reducir el uso de recursos y, por tanto, la generación de residuos, las discusiones y presiones ordinarias nos suelen llevar sin solución de continuidad hacia el ámbito de la gestión. No me parece razonable entrar a discutir formas adicionales de abastecimiento energético (aunque sean «renovables») sin antes exigir que se acometan seriamente planes de ahorro y eficiencia que reduzcan el uso de energía. Obviamente, esta medida proporciona un amplio margen siendo España el país de la UE más despilfarrador e ineficiente en el uso energético.

Por eso mismo, en segundo lugar, me parece más necesario que nunca revitalizar el enfoque de gestión de la demanda, en la línea del Plan de ahorro y eficiencia en el consumo eléctrico. Horizonte 2015, presentado recientemente por Ecologistas en Acción ( [24] ), y al que se podrían acompañar otra serie de medidas en el ámbito del transporte, la industria y el uso residencial. Siendo tantas las posibilidades por explorar en este terreno no sería sensato dar alas al viejo enfoque de oferta, es decir, de ampliación de la disponibilidad energética (aunque sea con biocombustibles y biomasa), pues el énfasis y la discusión sobre la «bioenergía» evitaría, por enésima vez, prestar atención al ahorro y la reducción.

Por otro lado, se minimizarían las incoherencias de nuestro discurso si simplemente trasladásemos al ámbito energético lo que llevamos tiempo defendiendo en la gestión del agua en España. Sería deseable, además, no caer aquí en la trampa que la administración y los regantes han querido tendernos en materia hídrica, y que sabiamente hemos evitado. En efecto, en los debates sobre el último Plan Hidrológico Nacional se dijo que el trasvase era necesario puesto que el «déficit hídrico» del litoral no se cubría con los hectómetros cúbicos adicionales obtenidos con medidas de ahorro y eficiencia (reparación de redes de distribución, riego por goteo, etc.) que ya habían sido considerados. Por lo tanto, las necesidades seguían siendo superiores a las disponibilidades, y esto justificaría el trasvase. Afortunadamente, la falacia del argumento fue puesta de relieve, con vigor y buenas razones, por el movimiento ecologista y la nueva cultura del agua. Y si este razonamiento de vieja cultura del agua nos pareció inaceptable en el caso hídrico –porque es preciso poner coto a las demandas injustificables, pues los trasvases antes y las masivas desaladoras ahora sirven para cebar la bomba de un modelo agrario, productivo y turístico ampliamente destructivo del litoral–, igual de inaceptable nos lo debe parecer ahora cuando discutimos sobre energía.

En segundo lugar, la articulación del modo de producción y consumo sobre fuentes de energía renovables (y no emisoras de gases con efecto invernadero) nos lleva directamente a poner un mayor énfasis en la sustitución de los combustibles fósiles y la energía nuclear por tecnologías solares y eólicas, que ofrecen menores impactos ambientales y costes de oportunidad que los biocombustibles o la biomasa. La defensa ecologista de la energía solar y de la eólica es un hecho demostrado desde hace tiempo, pero dado el actual marco institucional de expansión de la biomasa y los biocombustibles se hace más necesario que nunca redoblar el énfasis en estas energías, sobre todo la solar.

Por último, convendría saber cuál de las dos alternativas responde mejor al objetivo de cerrar los ciclos de materiales. En este asunto, y teniendo en cuenta los argumentos previos, existen pocas dudas de que el aprovechamiento de la biomasa en forma de abono y compost, que devuelve a la tierra los nutrientes y materia orgánica que previamente se extrajeron de ella, cumple mejor ese requisito que el uso energético de la misma. A estas razones habría, además, que sumar otras dos. De un lado, la aportación de la biomasa y los biocombustibles al consumo energético global será muy reducida, comparada en cambio con el gran servicio que prestaría como enmendante y abono para la agricultura. Por otra parte, perseguir este último uso para la biomasa resulta coherente con la política de gestión de residuos urbanos que Ecologistas en Acción viene defendiendo desde hace años: la separación en origen de la materia orgánica compostable para su aprovechamiento como abono ( [25] ). ¿Cómo defender la separación en origen de la fracción orgánica si luego va a tener una finalidad energética? Difícilmente.

Frenar algunos despropósitos de las políticas energéticas públicas

Después de todas estas consideraciones, resulta triste que, a pesar de los esfuerzos del Ministerio de Medio Ambiente, las previsiones públicas en materia energética –algunas de ellas plasmadas en la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética en España (2004-2012) y, sobre todo, el Plan de Energías Renovables (PER 2005-2010) ( [26] ) – hayan hecho oídos sordos de las cautelas y argumentos anteriores. Hay varias razones para pensar así:

1) En relación con la citada Estrategia, mal se empieza si se asume de partida –y sin ninguna justificación razonable– que el consumo de energía aumentará un 3,3% anual acumulativo entre 2000 y 2012. Y que, una vez fijado esto, se plantee como objetivo estratégico que el consumo aumente finalmente «sólo» un 2,5%, anual, quedando así como un logro del ahorro y la eficiencia el 0,8% anual restante.

2) Por otra parte, este incremento final se hace coincidir con una expansión general de las renovables, pero también con un hecho sorprendente y paradójico que no parece haber sido objeto de mucha reflexión crítica. El PER 2005-2010 prevé llegar al final del período con una producción de 10.481 ktep, de las cuales 3.488 ktep serían aportadas por centrales de biomasa, 1.552 por co-combustión de biomasa, y 1.972 ktep con biocarburantes. Es decir, el 66% de la producción energética de fuentes renovables se hará con cargo a la biomasa y sus derivados (biocombustibles), mientras que la aportación de la energía solar (fotovoltaica, termoeléctrica y térmica de baja temperatura) sería marginal: 882 ktep, esto es, sólo el 8,4% de la producción ( [27] ) .

3) Igual de criticable resulta que, con los costes ambientales de los biocombustibles, ya descritos en términos de consumo de energía y emisiones, se salude positivamente la posición récord que España ocupa en la producción de bioetanol a escala europea. Producción que se pretende complementar con un incremento sustancial de biodiesel con cargo a aceites vegetales puros –no usados– (sobre todo colza) ( [28] ). Si a esto añadimos que, como reconoce el propio Ministerio de Agricultura, más de la mitad del aceite necesario para la producción de biodiesel procede del exterior ( [29] ), quedan claras las amenazas de servidumbre ambiental que esta opción energética está generando sobre los países más desfavorecidos, que ven incrementadas sus hectáreas de tierra destinadas a la plantación de cultivos energéticos para consumo de los países ricos.

4) Tampoco es razonable el énfasis en vincular los cultivos energéticos no sólo a la fabricación de biodiesel, sino también a incrementar la biomasa disponible para usos energéticos más allá de los residuos agrícolas, ganaderos o forestales disponibles: concretamente 1.908.300 tep se pretenden lograr con cargo a cultivos energéticos, es decir, casi la mitad de la producción energética con biomasa en 2010. De esta manera, desaparece incluso el supuesto «balance energético positivo» del uso de estos residuos, incorporándose todos los inconvenientes ya expuestos para el caso estricto de los biocombustibles.

5) Finalmente, estas prioridades equivocadas tienen también su paralelo presupuestario. Así, las ayudas públicas (directas, primas y exenciones) al aprovechamiento energético de la biomasa y de biocarburantes alcanzarán en 2005-2010 los 6.513 millones de euros, es decir: 5,8 veces más que los 1.107 millones destinados a la promoción de la energía solar en todas sus formas. Esta es sin duda una asignación de dinero público y de prioridades muy desafortunada, habida cuenta de nuestras mejores condiciones y ventajas para la expansión de la energía solar en comparación con la biomasa. Por ello es difícil comprender, por ejemplo, cómo el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo está financiando con más de 22 millones de euros de dinero público, por cuatro años, a un grupo de empresas lideradas por Repsol-YPF para la realización de un Proyecto de Investigación y Desarrollo sobre biodiesel. Un proyecto que, por sí solo, supone el equivalente a la mitad del apoyo público a la inversión en instalaciones de energía solar fotovoltaica para 2005-2010, cifrado en 42 millones de euros ( [30] ).

Una propuesta final para avanzar

En las páginas previas he tratado de aportar razones y argumentos para reconsiderar la posición favorable al uso energético de la biomasa y sus derivados (biocombustibles) tanto de una parte del movimiento ecologista como de las políticas públicas en materia energética. Resumiendo, esta reconsideración debería incluir varios aspectos que, por otro lado, forman parte de nuestra propia tradición desde hace años:

– Redoblar los esfuerzos, realizados desde hace tiempo, en promover una «nueva cultura energética» de gestión de la demanda –por analogía con lo defendido en materia hídrica–, que ponga el énfasis en el ahorro, la eficiencia, la reducción de la movilidad y la ordenación del territorio como elementos clave para reducir el consumo energético. Ante la pasividad de los poderes públicos en esta materia, parece obligado que, desde el movimiento ecologista, pongamos esta cuestión sobre la mesa antes de discutir cualquier ampliación de la oferta energética cuyos costes ambientales parecen claros.

– Un decidido apoyo a la energía solar en sus diferentes modalidades como vehículo de sustitución de los combustibles fósiles, habida cuenta las ventajas comparativas de nuestro territorio, su menor impacto ambiental, y el escaso apoyo público recibido.

– Conectar la política de residuos con la biomasa y con el principio de cerrar los ciclos de materiales en los procesos productivos, la promoción de la agricultura ecológica y la lucha contra la erosión. Por esta razón, el uso óptimo de la biomasa y sus derivados debe ser la elaboración de abono orgánico que resulta, claramente, la utilización más idónea en nuestro país ( [31] ).

Estoy convencido de que aquellos que, dentro del movimiento ecologista, proponen el uso energético de la biomasa y los biocombustibles piensan honestamente que es una buena solución. Pero, con la ayuda de los argumentos presentados, espero que logremos clarificar y reconsiderar nuestra posición sobre este notable asunto. Nos van en juego cosas importantes. Entre ellas avanzar, aunque sea con pequeños pasos, hacia una economía y sociedad más sostenibles. No dejemos, pues, que «el porcentaje de biocombustibles» que nos proponen desde arriba se convierta en una rémora de la que luego tengamos que arrepentirnos.

 

Notas y referencias

[1] Con los ojos abiertos. Ecopoemas (1985-2005), Ediciones Baile del Sol, Lanzarote (en prensa).

[2] En lo que atañe a Ecologistas en Acción, esto es lo que se desprende, por ejemplo, de los textos: Comisión de Energía (Ecologistas en Acción Madrid): «Utilización energética de la biomasa», El Ecologista, nº 32, pp. 41-43, 2002; y el más matizado de Begoña María-Tomé Gil : «Los biocarburantes o biocombustibles líquidos», El Ecologista , nº 47, pp. 24-26, 2006.

[3] Que la controversia se da en el mismo seno de Ecologistas en Acción lo demuestra la publicación, también en nuestra revista, de dos lúcidos artículos de Alfonso del Val en los que se defiende un aprovechamiento muy diferente de la biomasa y los residuos orgánicos: «El aprovechamiento de los residuos orgánicos fermentables», Gaia, nº 16, pp. 28-32, 1999; y «¿Qué estamos haciendo con nuestros residuos?», El Ecologista , nº 30, pp. 44-47, 2002 (véase, para más detalle su texto El libro del reciclaje, Ed . Integral). En la misma línea: Ecologistas Martxan, (2002): Incidencia ambiental del empleo de biomasa con fines energéticos, Iruña. Por otro lado, varias propuestas de organizaciones regionales de Ecologistas en Acción han hecho suyos estos planteamientos en materia de gestión y aprovechamiento de residuos de biomasa con usos muy diferentes a los energéticos (v.gr, Madrid, Castilla y León,..). Véase también: Óscar Carpintero , (2005): El metabolismo de la economía española: Recursos naturales y huella ecológica (1955-2000), Lanzarote, Fundación César Manrique, pp. 306-321.

[4] Véase, por ejemplo: Shapouri, H., J.A. Duffield, M. Wang , (2002): The Energy Balance of Corn-Ethanol: An Update, U.S. Department of Agriculture, Agricultural Economic Report No. 814.

[5] Wang, M., C. Saricks, D. Santini (1999): Effects of FuelEthanol Use on Fuel-Cycle Energy and Greenhouse Gas Emissions. U.S. Department of Energy, Argonne National Laboratory, Center for Transportation Research, Argonne, IL.

[6] Lorenz, D., and David Morris , (1995): How Much EnergyDoes it Take to Make a Gallon of Ethanol? Revised and Updated. Institute for Local Self-Reliance, Washington, DC.

[7] Farrell A. E, Plevin RJ, Turner BT, Jones AD, O’Hare. M and Kammen D. M., (2006): «Ethanol can contribute to energy and environmental goals», Science, vol. 311, pp. 506-508. Junto a este trabajo de Farrell, et al., este número de Science de 27 de enero de 2006 incorporó otros dos textos favorables a la utilización de los biocombustibles: Koonin , S.E: «Getting serious about biofuels»; y el de Ragauskas , A.J, et al: «The path forward for biofuels and biomaterials». Las reacciones y críticas no se hicieron esperar y el número de 23 de junio recogía ya numerosas cartas de protesta de científicos diversos. Vid. «Letters», Science, Vol. 31. 23 de junio, pp. 1743-1748.

[8] Pimentel, D., T.W. Patzek , (2005): «Ethanol Production Using Corn, Switchgrass, and Wood; Biodiesel, Production Using Soybean and Sunflower», Natural Resources Research, 14, pp. 65-76. Este trabajo complementa y actualiza investigaciones previas del propio Pimentel. Véase, por ejemplo: Pimentel , D., (2003): «Ethanol fuels: energy balance, economics and environmental impacts are negative», Natural Resources Research, 12, pp. 127-134; y «Ethanol fuels: energy, security, economics and the environment», Journal of Agriculture, Environment and Ethics, 4, pp. 1-13. En un plano más general, véase también el excelente texto de: Giampietro, M., K. Mayumi, y J. Ramos-Martin , (2006): » Can biofuels replace fossil energy fuels? A Multi-scale integrated analysis based on theConcept of societal and ecosystem Metabolism: part 1″, International Journal of Transdisciplinary Research Vol. 1, No. 1, pp. 51-87.

[9] Keeney, D.R., and T.H. DeLuca . «Biomass as an Energy Source for the Midwestern U.S.» American Journal of Alternative Agriculture, Vol. 7 (1992), 137-143; Giampietro, M., S. Ulgiati, D. Pimentel , (1997): «Feasibility of large-scale biofuel production», BioScience, 47, pp. 587-600.

[10] A la posibilidad de utilizar los aceites vegetales usados para la elaboración de biodiesel me referiré al final del artículo.

[11] Algunas diferencias entre el estudio de Shapouri , et al. (2002) y Pimentel (2003, 2005) se encuentran en Pimentel , (2005), p. 69.

[12] Frías San Román , J, (1985): «Posibilidades de aprovechamiento económico de la biomasa residual», Agricultura y Sociedad, 34, p. 219.

[13] Patzek (2006), op.cit, p. 50.

[14] O mejor, produccionista, como acertadamente ha recordado Enric Tello.

[15] White, P. J. and Johnson , L. A. (eds.), (2003): Corn Chemistry and Technology Handbook, American Association of Cereal Chemists: citado en Patzek , T. (2004): «Thermodynamics of the Corn-Ethanol Biofuel Cycle», Critical Reviews in Plant Sciences, 23(6):519-567. Versión actualizada de 2006 en: http://www.petroleum.berkeley.edu/papers/patzek/CRPS416-Patzek-Web.pdf.

[16] Pimentel , D., (2003), op.cit, p. 129.

[17] Así lo calculan D. Connor, I. Minguez , (2006): «Letter to Science», Science, vol. 312, p. 1743.

[18] Véanse, por ejemplo, los artículos firmados por Mae-Wan Ho y Elizabeth Bravo en: Institute of Science and Society, (2006): Which energy?, (www.i-sis.org.uk).

[19] Véase, no obstante, el interesante artículo de Julia Martínez y Miguel Ángel Esteve , (2006): «Desertificación en España: una perspectiva crítica», El Ecologista, 48, pp. 40-42, donde se matizan razonablemente algunos tópicos sobre esta cuestión.

[20] MOPU, (1980): Estudio sobre aprovechamiento de basuras, producción y utilización de compost, Madrid. Cfr. Del Val , A., (1999): «Aprovechamiento de residuos orgánicos fermentables», GAIA, 16, p. 30.

[21] «Cuando el 20% de la superficie del suelo se cubre de residuos, la erosión será un 50% menor que en ausencia de ellos, y una cobertura del 90% puede reducir la erosión hídrica en más del 93% en comparación con el suelo al descubierto». Smil , V., (1999): «Crop residues: Agriculture´s largest harvest», BioScience , vol. 49, p. 303.

[22] Citado por López Linage , J., (1987): «Crecimiento urbano y suelo fértil. El caso de Madrid en el período 1956-1980», Pensamiento Iberoamericano, 12, p. 260.

[23] Cabría hacer un matiz sobre el aprovechamiento térmico de ciertos residuos forestales en núcleos rurales cercanos al monte.

[24] Y en el que se plantean reducciones en el consumo eléctrico de hasta el 35%.

[25] Esto es lo que se propuso sin éxito en el caso de Madrid, y se logró en ciudades como Córdoba o Valladolid, evitando, de paso, la proliferación del famoso contenedor amarillo que tanto perjuicio está creando en la gestión sensata de los residuos municipales.

[26] Ambos documentos están disponibles en http://www.idae.es.

[27] Llama la atención el escaso énfasis en las excepcionales condiciones que en energía solar tiene España en comparación con los países de nuestro entorno. Así, resulta sorprendente que Alemania –con mucha menos irradiación que España– esté a la cabeza europea en potencia instalada solar fotovoltaica (403 MW en 2003), mientras que España aparezca con una potencia 15 veces inferior (26,9 MW), tal y como se refleja en: Ministerio de Industria, Turismo y Comercio/IDAE, (2005): Plan de Energías Renovables (2005-2010), Madrid, p. 158.

[28] El objetivo a cumplir en 2010 es llegar a las 1.221.000 tep de biodiesel, con 1.021.000 tep de aceites puros y 200.000 tep procedentes de aceites usados. Como se puede ver, no parece que el argumento del reciclaje de aceites usados sea determinante para la generalización del biodiesel.

[29] Vid. Nota de Prensa de 15 de junio de 2006 (www.energías-renovables.com).

[30] PER 2005-2010, p. 183 y 270.

[31] Se podrían valorar dos excepciones, muy bien tasadas: a) El uso térmico de la biomasa forestal en poblaciones rurales, ligadas al territorio donde se genera el residuo, y que tradicionalmente la han dado ese uso; y b) el reciclaje de aceites vegetales usados mientras no se encuentre una alternativa mejor para su reutilización. En ambos casos se trataría de opciones minoritarias que no justificarían los ambiciosos planes de aprovechamiento energético de la biomasa y los biocombustibles.

Óscar Carpintero, es miembro de Ecologistas en Acción y Profesor de Economía en la Universidad de Valladolid

Riesgos del etanol para la salud

Se piensa que el etanol es un combustible limpio y ecológico, pero los vehículos que lo usan podrían causar peores efectos en la salud humana que los de gasolina convencional

BBC News

 

Ésa es la advertencia de un equipo de científicos de la Universidad de Stanford, California, que publica la revista Ciencia y Tecnología Ambiental.

Según los científicos, si todos los vehículos que transitan en Estados Unidos utilizaran este biocombustible, aumentaría el número de enfermedades respiratorias.

Los investigadores desarrollaron un modelo de computadora para simular la calidad del aire en 2020, cuando se piensa que los autos de etanol estarán ampliamente disponibles en ese país.

Los resultados de la proyección revelaron un posible incremento en los niveles de ozono en las zonas donde todos los vehículos usen etanol.

Y el problema ya se está viendo hoy en día en ciudades donde el uso de etanol se ha incrementado en años recientes, como dijo a BBC Ciencia el doctor Héctor García Lozada, experto en Ingeniería Ambiental y Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia.

«En Bogotá, desde que se inició hace un año el uso de alcohol carburante (o etanol) en la gasolina, se han incrementado dramáticamente los niveles de ozono en el aire», afirma.

«Y en una atmósfera en la que coexistan problemas de material particulado y ozono, se potencializa el riesgo para la salud», señala el investigador.

Modelo

Para el estudio, los científicos estadounidenses tomaron en cuenta factores como temperatura, luz solar, nubosidad y lluvias para simular la calidad del aire en dos escenarios distintos.

En una de las simulaciones, todos los vehículos eran impulsados con gasolina y en la otra con E85, una mezcla de 85% de etanol y 15% de gasolina.

Encontraron que si todos los autos fueran impulsados con E85, habría aumentos importantes en los niveles de ozono -un gas contaminante con un fuerte efecto negativo en el sistema respiratorio humano.

En el estudio, el aumento en la contaminación del aire en ciertas zonas de Estados Unidos se tradujo en 200 muertes adicionales cada año en el país, 120 de éstas podrían ocurrir sólo en Los Ángeles.

No obstante, el aumento en el ozono en algunas áreas del país sería compensado por disminuciones en otras áreas, dice el estudio.

Pero en general habría 770 visitas adicionales a las salas de emergencia y 990 hospitalizaciones adicionales por asma y otros problemas respiratorios.

«El ozono es una sustancia de un poder oxidante muy alto», afirma el doctor García Lozada.

«Por esa razón reacciona con las mucosas nasales y del tracto respiratorio y provoca inflamación y reforzado con la presencia de partículas tóxicas en el aire el problema se agrava sustancialmente», agrega el experto.

«Y revisando la literatura sobre este tema he encontrado que no solamente es el problema del ozono».

«Sino también, cuando se quema el alcohol con la gasolina se pueden producir aldehídos y en éstos hay acetaldehídos, que son compuestos reconocidos como cancerígenos», señala.

Aunque en la investigación estadounidense el etanol redujo los niveles de dos carcinógenos atmosféricos, los niveles de otros agentes cancerígenos aumentó.

Es por eso, señala el estudio, que los cánceres asociados al etanol podrían ser los mismos que los que causan los gases que despide la gasolina convencional.

Daños

En principio, los biocombustibles como el etanol y biodiesel, producidos con maíz, caña de azúcar, remolacha o colza, son una forma de reducir los gases que causan el efecto invernadero.

Y se dice que también reducirán los daños a la salud que causa la contaminación de gasolina convencional.

Según los investigadores, ésta provoca unas 10.000 muertes prematuras cada año por ozono y material particulado.

La pregunta es, si no vamos a lograr beneficios a la salud, ¿por qué continuar promoviendo el etanol y otros biocombustibles?

Según el doctor García Lozada «hay una confusión en los conceptos y muchos intereses políticos y económicos que priman en la toma de decisiones».

«A principios del siglo pasado se debatió también el tema del uso del etanol frente al plomo como antidetonante de la gasolina, y ganó el plomo» dice el doctor García.

«Y durante 70 años se pensó a nivel mundial que el plomo era el mejor producto, hasta que se demostraron sus efectos tóxicos y venenosos».

«Eso demuestra que a pesar de que los estudios y las investigaciones puedan demostrar estos efectos, lamentablemente siempre priman los intereses políticos y económicos detrás de los esquemas energéticos», afirma el experto.

La solución que propone el estudio estadounidense es que los vehículos sean impulsados con baterías eléctricas.

Según los científicos si la fuente de electricidad es la energía eólica, «lograríamos eliminar 10.000 muertes por contaminación atmosférica cada año y 98% de las emisiones de carbono de los vehículos».

El sol no sale por el norte

A estas alturas promover el latifundio, el monocultivo y la plantación genéticamente modificada es añadir jorobas a las deformaciones estructurales ya existentes

Jorge Gómez Barata

Altercom

Los Estados Unidos son un imperio. Nada les hará cambiar ni renunciar a su estilo de vida y, llegado el caso, son capaces de sacrificar al resto del planeta. Nadie debe hacerse ilusiones, matices y precisiones, aparte los biocombustibles, son una solución norteamericana, para los norteamericanos.

En Estados Unidos circulan más de 250 millones de automóviles. Incluyendo todos los vehículos motorizados terrestres son más de 300 000 000, más de uno por habitante y un promedio de más de tres por familia. Para sostener semejantes lujos, en sus tres cuartas partes irracionales y prescindibles, los norteamericanos consumen quinientos setenta millones de metros cúbicos de gasolina al año, en litros 570 000 000 000.

Los Estados Unidos no ignoran que al sustraer 100 millones de toneladas de maíz y otro tanto de soya del mercado de alimentos para dedicarlos a la producción de etanol y biodiesel, inevitablemente aumentaran los precios de los cereales, que arrastrarán consigo los costos de los derivados de la harina, los piensos, todos los tipos de carne, el pollo, los huevos y los productos lácteos; lo que ocurre es que no les importa.

Ese escenario de crecimiento explosivo, unilateral y desequilibrado de mercancías capaces de generar un efecto dominó, hará la subsistencia más cara.

Naturalmente, los ciudadanos de los países desarrollados donde existen legislaciones que obligan a equiparar los salarios y las prestaciones de la seguridad social con el costo de la vida, no sólo no tendrán problemas con el precio de los alimentos, sino que no se verán en la necesidad de sacrificar sus automóviles y sus muchachos podrán ir a la universidad en un 4+4 que consume combustible como un tanque de guerra.

El problema será para los países y las personas pobres que importan los alimentos y carecen de los ingresos necesarios para adquirirlos.

Según algunos ideólogos del optimismo, existe la peregrina posibilidad de que la subida de los precios de los alimentos exportados por los Estados Unidos y otros países desarrollados sea de tal magnitud que estimule y haga rentable la producción local en algunos países que cuentan con condiciones para ello. México, por ejemplo, pudiera volver a producir el maíz que necesita y que ahora importa.

No obstante, esa perspectiva no existe para los países africanos, algunos de América Latina y parte de Asia, donde más hambre se padece y no se dispone de la infraestructura, la tecnología y los financiamientos imprescindibles para intentar un despegue y donde tampoco existe el capital humano necesario para una empresa de tal envergadura y, en algunos casos, ni siquiera la tierra.

El desarrollo económico que pudiera permitir producir los alimentos necesarios o generar los recursos para adquirirlos es para África, algunos países de Centroamérica, y ciertas regiones poco favorecidas de Asia, como partes de Indonesia, Bangladesh, Filipinas y Asia Central, un proyecto añoso que requeriría de una cuantiosa y multilateral asistencia externa de largo aliento.

Doscientos años atrás Haití era la más próspera colonia del Nuevo Mundo y la azucarera de Europa a la que suministraba el ciento por ciento del azúcar y el café consumido y Potosí, en Bolivia, fundada en 1546, fue la primera ciudad americana que pasó de 150 000 habitantes. Hoy son los países más pobres del hemisferio.

Es una burla de inaudita crueldad sostener que la siembra de unas decenas de miles de hectáreas de caña para producir alcohol en Haití o soya para biodiesel en Bolivia, pudieran ser opciones de desarrollo. A estas alturas promover el latifundio, el monocultivo y la plantación genéticamente modificada es añadir jorobas a las deformaciones estructurales ya existentes.

Los países del Tercer Mundo no pueden alegar inocencia ni esperar generosidad o comprensión de Europa y los Estados Unidos, que ahora necesitan las tierras y el sol de los trópicos para cultivar un sucedáneo de la gasolina a la que son adictos.

Ojala no se permita a la oligarquía nativa aliada al imperio repetir la historia de Haití o del cerro de Potosí.

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